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Foto de Correo desde la Isla de la Dignidad. Guayasamín, ave blanca que remonta el aire

Correo desde la Isla de la Dignidad. Guayasamín, ave blanca que remonta el aire

7/7/2020
Por: Eloisa M. Carreras Varona , Biblioteca Nacional José Martí

Guayasamín, fue el hombre más noble que conocí jamás

Fidel Castro, en la IX Cumbre Iberoamericana, 1999.

En la poética semántica de los quichuas Guayasamín significa ave blanca que remonta el aire. Nombre profético para quien se convirtió en uno de los más reconocidos creadores del expresionismo indigenista y uno de los mayores representantes de la cultura latinoamericana. Porque este Maestro de la pintura universal no sólo representó a su pueblo natal, sino que encarnó las raíces indígenas de nuestra América que, vieron tronchadas con la Conquista, las posibilidades de un desarrollo superior de sus culturas ancestrales. 

Nació en Quito, el 6 de julio de 1919, sobre el lomo de los Andes, a la vista del Pichincha y del nevado Cotopaxi. Este cóndor de la cordillera, vino al mundo en una casa pobre, hijo de indio de ascendencia quichua y de mestiza, fue el primero de diez hermanos y representó la síntesis de esas grandes corrientes culturales que, fundidas en dramáticas contradicciones, generaron la América de hoy. 

Este gran artista sintió la vocación por la pintura, en lo más hondo de su ser, desde su más tierna infancia, al punto que ya hacía caricaturas antes de los ocho años. Tuvo un alma inquieta que, atormentada por el hambre, no le permitió ser un alumno dócil. 

La esencia social de su obra, reflejada en el dolor que transpira en los rostros de los indios ─sus hermanos─, nos muestra que el pintor ha sido fiel a sus antepasados más humildes. Por otra parte, sintiéndose hijo de la vertiente cultural europea, ha mantenido su resistencia sin odio estéril. Es por ello que podemos afirmar que su exquisita sensibilidad le permitió expresar con un excepcional talento al modo de la vanguardia cubista y expresionista, la que fue su temática por excelencia: la indigenista; aunque si miramos en detalle, bien conocemos que su temática es ciertamente: la opresión, el dolor, la miseria y la brutal explotación a la que han sido sometidos los pueblos indígenas americanos. Su rebeldía al cantar las desgracias de su pueblo, lo convirtió en un abanderado y digno representante de los más humildes de su tierra. De aquí en adelante su vida de artista no cesó de crecer. 

Sus murales monumentales, como el titulado El descubrimiento del río Amazonas, son un buen ejemplo de su inmenso universo creador, lo que se confirma al conocerse su temática sobre las figuras de las negras tristes del Ecuador. Este tríptico cultural indoamericano, europeo y africano, lo convirtieron en un singular representante no sólo del Tercer Mundo, sino que, por su síntesis étnica, reflejó tempranamente a la comunidad latina de hoy. 

Hombre comido por las ansias ilimitadas de hacer el bien, recorrió entre los éxitos y el trabajo creador muchos de los caminos de nuestro planeta. De igual modo, cuando Guayasamín llevaba su arte por el mundo, tomaba la esencia de los países y pueblos por donde viajó. Así pudo el Maestro forjarse una cultura universal bien afincada en sus raíces andinas.

En 1960, vino a nuestro país invitado por Fidel; desde entonces la amistad entre ambos creció para siempre. En la Isla dejó su testimonio no sólo del rostro del Héroe del Moncada, sino en su lienzo Playa Girón, y en otras obras de una serie de retratos representativos de la Cuba revolucionaria. Hay que recordar que, en enero de 1993, volvió para inaugurar su Casa-Museo, junto a Fidel, en el Centro Histórico de la capital cubana. 

Podemos decir que prácticamente recorrió el mundo entero con su fabulosa colección La Edad de la Ira, con su temática dolorosa y desgarradora. La cual es considerada su segunda serie en importancia y obra mayor. Asimismo, fue calificada por la crítica especializada como: una de las más grandes realizaciones del cartel político en la pintura del siglo XX. Recordemos esos rostros dramáticos y a las manos crispadas de los seres humanos que parecen salir de sus sobrios colores para demandar justicia y paz entre los hombres. 

Su vida al servicio de la humanidad, le valió al Maestro Guayasamín, el respeto de los pueblos y un lugar no solo en la Historia del Arte Americano sino Universal; al punto que en la Cumbre de Presidentes de Estado y Gobierno de América Latina celebrada en Mar del Plata, la Argentina en 1999, la obra de Guayasamín fue nominada Patrimonio Cultural de Iberoamérica y el propio Osvaldo fue nombrado Pintor de Iberoamérica.

Evocamos el recuerdo de esta gran montaña de América, que fue el querido e inolvidable amigo de la Revolución Cubana. Reconocido y honrado con la Orden Félix Varela de Primer Grado, la más alta distinción cultural que se entrega en nuestra Patria, en reconocimiento de lo mucho que le debemos los hombres de América a su obra. En aquella histórica ceremonia de condecoración, cuando recibió el alto reconocimiento; Armando Hart, quien pronunciaba las palabras de elogio dijo de él: Usted, ave blanca que remonta el aire y su gloriosa obra, se alzarán más aún en el cielo americano, y alcanzarán nuevos horizontes de cultura y de redención humana.

Guayasamín representa a los aguerridos y eminentes escritores y artistas de América que han comprometido su vida y su obra para defender la justicia en bien de los hombres y mujeres de estas tierras. Fue, asimismo, uno de nuestros más destacados intelectuales, unido a los procesos revolucionarios y de cambios, vinculado a las aspiraciones de redención humana de nuestros pueblos y lo hizo en defensa del patrimonio moral y cultural de nuestra América. Los creadores como él, muestran el rostro genuino de los pueblos oprimidos y rebeldes del continente y así mantienen viva la sensibilidad que requiere la memoria histórica en nuestras mentes y corazones, para que jamás no olvidemos nuestros auténticos orígenes.