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Foto de 120 Aniversario BNCJM - Correo desde la Isla de la Dignidad. Las revoluciones van hacia adelante por caminos de papel

120 Aniversario BNCJM - Correo desde la Isla de la Dignidad. Las revoluciones van hacia adelante por caminos de papel

18/10/2020
Por: Eloisa M. Carreras Varona , Biblioteca Nacional José Martí

 La historia de la Biblioteca Nacional José Martí está indisolublemente ligada al proceso de la cultura cubana en el siglo xx. Desde su fundación en 1901, hasta nuestros días, no hay momento ni figura trascendente del saber cubano que no haya estado de una u otra forma, vinculada al devenir de esta centenaria institución.

Leer no es solo un placer, sino también un derecho para los pueblos que, como el nuestro, cifran sus principales esperanzas en el desarrollo de sus propias potencialidades; bien conocemos que nuestro recurso económico fundamental es la inteligencia, la cultura sedimentada y en permanente crecimiento.

Un día como hoy debemos recordar a Domingo Figarola Caneda, el destacado intelectual cubano que aportó y donó su propia colección de libros y documentos como parte del patrimonio fundacional de la Biblioteca. Así se comenzó a forjar este inapreciable Fondo que con el tiempo y la acción de muchos ha resultado ser, uno de los Fondos Bibliográficos más representativos y numerosos de nuestra América.

Al repasar la historia de esta institución durante todos estos años de existencia, saltan a la vista dos cualidades sin las que no podríamos explicarnos ni su influencia ni su prestigio actual: su estrecha relación con las figuras paradigmáticas de la intelectualidad cubana, y su arraigada vocación de servicio social. Personalidades como Emilio Roig de Leuchsenring, quien fuera el principal animador del movimiento que generó y logró la construcción del nuevo edificio y Fernando Ortiz, a cuya sapiencia y auténtica cubanía debemos la propuesta de que nuestra Biblioteca Nacional se nombrara merecidamente José Martí; ilustran el sentido de responsabilidad con que nuestros principales hombres de pensamiento acogieron como suyo el surgimiento y desarrollo de esta institución.

A ellos mismos y a los que les sucedieron en la tarea de salvaguardar y difundir el patrimonio bibliográfico y documental de la nación, agradecemos no haber desligado nunca nuestra Biblioteca Nacional de su proyección de servicio al pueblo. Porque, ni siquiera en los peores y más oscuros momentos de nuestra Patria, la Biblioteca como concepto público, se propuso ser reducto de unas pocas élites. 

Pero es conocido que aquella vocación, no encontraría resonancia ni asidero fértil de la voluntad estatal sino hasta después de 1959, cuando la Revolución al inaugurar la libertad para los cubanos, erradicó el analfabetismo y democratizó el acceso a la cultura y el conocimiento. Nunca fue tan veraz la afirmación martiana de que es preciso “ser cultos para ser libres”.

El apogeo creador que trajo consigo la gesta revolucionaria de 1959, socializó ampliamente el papel de la Biblioteca como institución cultural vinculada a la comunidad y al servicio público. Tal eclosión promocional se correspondió con la estrategia del Estado que partía de considerar la lectura como parte esencial de la redención humana.  Fue Fidel quien mejor definió los objetivos de la Revolución al respecto, cuando dijo: “No le decimos al pueblo, cree; le decimos, lee”. Sobre estos principios ha transitado la labor del gobierno revolucionario en los ámbitos de la educación, la ciencia, el arte, la literatura, y otras disciplinas del saber humano.

No es de extrañar entonces que hoy cuando las circunstancias por las que atraviesa nuestra economía repercuten en toda la sociedad, la Biblioteca Nacional continúe recibiendo apoyo y atención estatal.

La estrecha relación entre el proceso de la cultura cubana y nuestra Biblioteca Nacional se da, por supuesto, de múltiples maneras. Importantes intelectuales han fungido como directores de diversas etapas, y téngase en cuenta, además, que aquí se conserva y difunde la valiosa papelería de muchos de los más grandes escritores y polígrafos cubanos, como Julián del Casal, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Lezama Lima, entre otros, incluso de la contemporaneidad más reciente. Se atesoran también documentos imprescindibles para conocer y estudiar nuestra historia política, social y económica, incunables nacionales y extranjeros, colecciones de música grabada u original, libros de arte, y de la ciencia y la técnica. Qué habrá, en fin, en un legado que ha ido acumulándose durante tantos años, y que ya reclamaba otros espacios de consulta, exposición y técnica, tal como acaba de acontecer.

Las bibliotecas del país junto a nuestra Biblioteca Nacional, son un pilar fundamental de la vida intelectual y espiritual de la Patria, apoyémonos en ellas y en el vasto sistema institucional de la cultura creado por la Revolución, para unir las fuerzas necesarias con las cuales enfrentar exitosamente los deberes éticos y, por tanto, políticos que tenemos por delante. No podremos hacerlo en forma parcial, segmentada, exclusivamente técnica o administrativa; tenemos que hacerlo alentados, orientados e inspirados en la hermosa herencia espiritual que nos legó el más grande de los intelectuales cubanos, y el más importante político del país en el siglo xix: José Martí.

Los bibliotecarios cubanos con su humildad, su creatividad, su talento, estarán en la vanguardia del empeño generoso de promover el pensamiento revolucionario cubano en este nuevo milenio en nuestras bibliotecas.

Felicitamos a Omar Valiño, su director actual, así como a todos los trabajadores y especialistas, por el arduo e inmenso trabajo que continúan desplegando al servicio de nuestro pueblo.

Seguiremos convocados en esta cruzada por la multiplicación del saber, la lectura, y la cultura, porque esa es la garantía definitiva de la victoria, recordemos siempre, lo que nos dijo José Martí: “las guerras van sobre caminos de papeles”.