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Foto de Concurso Leer a Martí 2000. Meñique y yo

Concurso Leer a Martí 2000. Meñique y yo

10/11/2020
Por: Jessica Álvarez Bellas, Biblioteca Nacional José Martí

Esta niña fue ganadora del Concurso Leer a Martí en el año 2000, estaba en 6to grado y vivía en la provincia de Sancti Spíritus, que bonito lo que escribió en aquel entonces, disfrútenlo.

Gracias, Anabel

Anabel Yanes Rojas

Era una vez una librería vieja y abandonada a la que nadie visitaba por las cosas raras que en ella tenían lugar.

Un día, camino a la escuela, me llamó mucho la atención un llanto lánguido y triste que de su interior se desprendía. Me acerqué valientemente, y a poco menos de un metro sentí una pequeña voz que me decía:

- ¿Anabel, por qué no vienes a jugar conmigo?

Asustada respondí: - ¿Quién tú eres? ¿Cómo es que me conoces si nunca he venido a este lugar?

-Yo soy Meñique, el pequeño forzudo de La Edad de Oro, que con gran inteligencia supe vencer todos los acertijos 10 puestos por el rey a mis 3 hermanos. A cada rato te veo a través de mi cuento

-Pero, ¿por qué permaneces encerrado en este lugar tan grande y con tanto misterio que los niños como yo temen tanto venir aquí?

-Entra, Anabel, y así te explico mejor todo lo que ocurre

Abrí la tosca y gigante puerta. Para mi alegría me encontré con el más valiente hombrecillo de los cuentos de Martí. En el interior de la librería había un escritorio color caoba de muchos arabescos y figuras, sobre el cual reposaba un libro muy antiguo con sus páginas lastimadas, y detrás del mueble estaba el diminuto héroe que me hizo entrar

- ¡Hola! ¿Cómo estás?

-Yo bien, ¿y tú?

-Me siento triste entre tantos libros bellos y que los niños, por temor, no vienen a leerlos

-Pero, ¿a qué se debe el temor?

-Tú ves este libro, pues he aquí donde se encierra el misterio de esta librería. Cuando llegaste seguramente escuchaste un llanto inmenso, ya que Nene traviesa le arrancó algunas páginas y desde ese día no hace más que llorar y quejarse; por eso es que todos temen venir aquí

-Meñique, te propongo una cosa que acabará con el llanto ensordecedor de este libro bellísimo: cojamos un poco de pegamento, arreglémoslo de una vez y por todas y así acabaremos con el misterio que encierra este acogedor lugar

Se trataba sin dudas de La Edad de Oro. Al instante de que yo le hubiera dicho esto a Meñique, comenzó a brotar de él un chorro de humo agitador cual si fuera una explosión; quedé muy asustada, pero la puerta, que entreabierta se hallaba, hizo penetrar una fuerte corriente de viento acompañada de las hojas del camino que volteó las páginas del libro una y otra vez y, como para dejarme muda, apareció Nene traviesa, quien entre sollozos replicó:

-Yo arreglaré el libro, no puedo pensar que los niños hayan dejado de visitar esta librería por mi causa, aquí podrán ver interesantes aventuras, cuentos, poesías, y sobre todo muchos consejos de cómo deben ser las niñas y los niños

-De acuerdo, Nene, pero nosotros te ayudaremos

Concluimos la faena, para mí todavía increíble por hallarme entre aquellos lindos personajes que sólo en cuentos había podido encontrar; descubría así y con mis propios ojos todo lo bello que Martí nos cuenta en La Edad de Oro. De repente escuché una bella canción que entonaban los armarios y, como si fuese una alegre despedida, comenzaron a salir personajes de todos lados: Bebé, el señor Don Pomposo, el Camarón, Masicas, los hermanos de Meñique, Pilar y muchos más que me daban las gracias. Había roto el misterio de la librería por el que nadie la visitaba. Ellos se sentían muy contentos y eternamente agradecidos porque sabían que nuevamente los niños irían a leer sus historias y bonitas aventuras

Miro mi reloj y me doy de cuenta que sólo me restaban 20 minutos para llegar a la escuela. Les confieso que tengo que irme, pero que pronto los visitaré. Me fui de aquel preciado lugar y al llegar a la escuela le conté lo sucedido a mi maestra y a los amigos del aula. Prometimos hacer una visita al lugar y al concluir la sesión de la mañana nos fuimos a la librería sin misterios y desde ese día la visitan cientos de niños. La librería y Meñique, agradecidos, me dijeron: ´´Gracias, Anabel´´.