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Foto de Concurso Leer a Martí 1998. En las vacaciones visité la casita de Martí.

Concurso Leer a Martí 1998. En las vacaciones visité la casita de Martí.

22/11/2020
Por: Jessica Álvarez Bellas, Biblioteca Nacional José Martí

Hoy le presentamos esta hermosa obra escrita por una niña de 6.º grado, y que fue ganadora del Concurso Leer a Martí en el año 1998 y pertenece a la provincia de Guantánamo. 

Martí y los niños

María de los Ángeles Melián Gómez

                           

                                   ´´Para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben querer, porque los niños son la esperanza del mundo´´. 

JOSE MARTI


En el último verano fui a La Habana y mi papá me llevó a visitar la casa de Martí. ¡Que tristeza!, en 2 ocasiones la casita estaba cerrada, quise llorar de sólo pensar que volvería a Guantánamo sin ver las cosas de Martí que esta casita guarda. Pero al virarme: ¡Qué sorpresa! Martí estaba a mi lado, de momento me asusté, pero luego cogí confianza y nos pusimos a conversar. ¿Sobre qué tema? Su infancia y los niños.

Le pregunté cómo era cuando niño y me respondió que tuvo 7 hermanas a las que quiso mucho, le gustaba ir a la escuela, leer y estudiar, por eso ganó concursos en Matemáticas, Gramática y Geografía, también ganó una medalla de distinción escolar por ´´Aplicación y buena conducta´´, tuvo buenos amigos como Fermín y buenos maestros como Rafael, Sixto y Mendive.

Le gustaban los animales y en Hanábana tuvo un gallo y un caballo. Me contó que en una ocasión se disgustó con un amiguito que amarró a un grillo, pero él lo convenció para que lo soltara y eso lo alegró mucho. Pero también sufrió pues vio morir a 2 de sus hermanitas muy pequeñas y también tuvo que trabajar siendo aún niño para ayudar a su padre y a la familia. Y que en esa época los niños no podían hablar sin permiso de los padres y siempre debían estar muy callados.

Por eso él siempre defendió a los niños y trabajó para ellos. Yo le conté que en la televisión hablan a menudo de los derechos del niño por lo que se puso muy contento y me preguntó cuáles eran esos derechos, yo le dije los que recordaba, por ejemplo, el derecho a la vida, a la educación, al juego, la recreación, el descanso, la información, a decir lo que pensamos, a que nos escuchen, y que todos los niños sin distinción de razas y orígenes tenemos los mismos derechos.

Él dio un salto, se puso las manos en la cabeza y sonrió ampliamente como nunca lo había visto en ninguna foto y me dijo: ¡Eso es lo que siempre soñé para los niños, busca la página ´´A los niños que lean La Edad de Oro´´ 72 y verás lo que te digo!

Nos tuvimos que despedir pues mi papá me esperaba.

Nos dimos un fuerte abrazo.

Al llegar a la casa busqué La Edad de Oro, sólo pensaba en lo que él me había dicho, y lo pude comprobar cuando leo: ´´Sin las niñas no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz. El niño ha de trabajar, de andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso´´ 73 ese es el derecho a la vida.

En relación con el derecho a la educación, al juego, a la recreación, a la información y al descanso dijo: ´´Todo lo que quieran saber les vamos a decir, y de modo que lo entiendan bien (…) Les vamos a decir cómo está hecho el mundo: les vamos a contar todo lo que han hecho los hombres hasta ahora´´ 74. Dice que nos contará muchas cosas y también cuentos de risa y novelas para cuando hayamos estudiado o jugado mucho y queramos descansar.

Propuso que los niños escribieran, preguntaran sobre algo que quisiéramos saber, que dieran sus opiniones y dijeran lo que pensaban y lo dijeran bien.

La Edad de Oro Martí la escribió para los niños de América y del mundo sin pensar en color, raza u origen.

Si me vuelvo a encontrar con Martí le diré lo que aprendí y que en nuestro país los niños tenemos escuelas, hospitales, bibliotecas donde leemos sus libros, la Organización de Pioneros donde se escuchan nuestras opiniones y todos los niños blancos, negros y chinos nos queremos como hermanos.

Pero todavía muchos mayores no creen en nosotros, nos regañan, nos pelean mucho en voz alta y de manera grosera. Piensan que por pequeños somos tontos y no sabemos nada. 

Pero, que ¡somos felices aquí!