Remembranzas fotográficas: Las memorias de una cubanita llamada Renée Méndez Capote

25/6/2022
Por: Mabiel Hidalgo Martínez, Biblioteca Nacional José Martí

Fue el 25 de junio de 1963. En la Sala Circulante de la Biblioteca Nacional José Martí (BNJM), usuarios, bibliotecarios y escritores asistieron a una fiesta de la palabra: Renée Méndez Capote, especialista de la institución, comentó las Memorias de una cubanita que nació con el siglo.

Gracias a la gentileza de sus amigos de la Universidad Central de Las Villas -en especial a Samuel Feijóo, quien prologó esta primera edición- el libro había salido recientemente de la imprenta. En pocos años, Memorias de una cubanita… superaría la venta de miles de ejemplares, en varias ediciones, tanto en Cuba como en el extranjero. 

El prólogo de Feijóo convida a la lectura de las crónicas ingeniosas de la Méndez Capote: “Gocemos de cuentos extraordinarios que entran fortísimos en sus páginas […] Grande es aquí la contribución al folklore, con numerosos tipos populares habaneros, ya desaparecidos, apresados en estas deliciosas páginas, escritas por grata, sabia pluma”. 

La Sala Cubana de la Biblioteca Nacional, espacio en el que laboraba Renée, devino escenario de creación de las memorias. Allí realizó ella las lecturas parciales y escuchó los comentarios de sus colegas, en particular a Cintio Vitier, Roberto Friol, Celestino Blanch y Fina García Marruz, a quienes dedicó su libro. 

Para Fina García Marruz, Memorias de una cubanita… es una obra de “profunda criolledad, mezcla de refinamiento europeo y gracia espontánea propia. Su libro está también lleno de gracia, aunque gracia natural. […] Estamos ante una escritora completa, ante una maestra de la narración de cualquier tiempo”. (1) 

En la amena y divertida charla de Renée -porque así suponemos haya sido- todos escucharon, con atención, las motivaciones de la niña nacida con el siglo veinte y su agradecimiento a la Revolución por la oportunidad de su renacimiento en la literatura. Mientras la escritora comentaba su texto, la doctora María Teresa Freyre de Andrade sostenía un ejemplar y en la Sala, abarrotada por el público, compañeros como Maruja Iglesias, Juan Pérez de la Riva y Juana Zurbarán se deleitaban con las ocurrencias de Renecita: 

“La sensación de esfumarse en el paisaje, de incorporarse a la naturaleza, la sentí desde muy niña. Recuerdo un día en que después de bañarme con mis hermanos en el chorro de la canal de las caballerizas durante un fuerte aguacero y de pasearnos por el patio con las ropas empapadas, me paré frente a una esquina en que un tragante formaba un remolino sobre el que las goteronas de lluvia daban con fuerza como si quisieran ellas también horadar el piso. Nuestra gobernanta, ansiosa por ponernos ropa seca, nos llamaba apremiante y yo le grité:

- ¡Espere, mademoiselle, estoy acabando de llover! - porque yo estaba lloviendo en aquellas gotas vigorosas y alegres”.

Así, de auténtica, era Renée. 

(1)  Fina García Marruz. “Renée Méndez Capote en la Biblioteca Nacional”. Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, Núm. 1, enero-abril, 1970, pp. 169-172.