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Foto de Correo desde la Isla de la Dignidad. Hart en la Historia VII En la lucha contra la dictadura desde El Llano en 1957

Correo desde la Isla de la Dignidad. Hart en la Historia VII En la lucha contra la dictadura desde El Llano en 1957

12/6/2020
Por: Eloisa M. Carreras Varona , Biblioteca Nacional José Martí

La vida de los combatientes clandestinos en el Llano, era dura y peligrosa; para subsistir tenían que mantener una conducta revolucionaria rígida y severa, por eso “disciplina o sanción grave” era la única alternativa para sobrevivir en aquellas circunstancias. Como consecuencia de todo el tiempo que tuvo que actuar en la más rigurosa clandestinidad, se vio obligado a utilizar distintos seudónimos, ellos fueron consecutivamente: “Jacinto”, “Rogelio”, “Darío” y “Alfredo” el maestro. 

A pesar de las complejas circunstancias de aislamiento en las que se hallaba, encontró el tiempo justo para mantener por medio de la correspondencia, una fluida relación con sus padres y el resto de la familia de forma habitual. Desde entonces, esas valiosas cartas son una prueba documental de lo aquí narrado y, son también, el fiel testimonio de la verdad de Cuba. Por ejemplo, en una enjundiosa carta que le envió a su hermano Enrique con fecha 3 de enero de 1957, le ofrece su valoración del estado del Movimiento en La Habana; le confirma su plena confianza en el triunfo de la Revolución bajo el liderazgo de la nueva generación y de Fidel y, de igual modo, le ratifica la imperiosa necesidad de observar la máxima disciplina en todo momento y la importancia de continuar en el trabajo de la propaganda dirigida a los diversos sectores de la nación. 

 Cuando se produjo la conmovedora Concentración de Mujeres, en la calle Enramada de la ciudad de Santiago de Cuba, en protesta por el asesinato del adolescente William Soler de solo quince años de edad ―acontecido el 30 de diciembre― fue uno de sus organizadores. Los hechos citados, fueron descritos por él, con lujo de detalles en una extensa carta a su familia que les remitió el 4 de enero, así les contó lo sucedido:


“Todos estamos bajo los efectos del espectáculo de esta mañana. Cerca de tres mil mujeres desfilaron por las calles santiagueras en silenciosa protesta por la brutal carnicería humana de estos días, que llegó a límites indignantes para el espíritu más tímido, cuando un jovencito fue torturado y desgarrados sus miembros por los agentes de la opresión. Se movilizaron en menos de veinticuatro horas, ese inmenso gentío de mujeres que hizo que a muchos hombres se le humedecieran los ojos a su paso impresionante. El comercio fue cerrando sus puertas, y yo vi a un oficial del ejército norteamericano con los ojos abiertos sobrecogido por la emoción. Los empleados de los establecimientos se fueron uniendo a la manifestación por iniciativa de los propios empresarios. Los soldados que mandaron para disolver aquella ola de mujeres que lloraban con dignidad y valor, también estaban impresionados. Muchos de ellos eran tan jóvenes como nosotros y creo que su alma, por esta vez y ¡quizás por otras tantas!, estaba en dudas frente al paso de la razón. Todo lo que les cuente es poco en relación con este hecho que pone de manifiesto hasta dónde llega la compenetración de este pueblo con las más puras ideas de justicia. He encontrado aquí en Santiago las esencias de la cubanía”.

Y en esa misma carta, Armando les enumeró los fundamentos, principios y razones esenciales por los que había decidido continuar en la lucha hasta vencer o morir. En estas páginas ya se puede aquilatar el calado filosófico al que ha llegado su pensamiento para ese momento, repasémoslo en este fragmento:

“Tengo fe porque si yo, lleno de limitaciones soy capaz de entregar lo poco que poseo por alcanzar una vida superior (la que se vive al servicio de la historia), ¿qué no están haciendo ya las inmensas legiones de compañeros que son capaces de mayores sacrificios y de más altas virtudes? Y los he visto de carne y hueso en estos días llenos de emoción que mi destino pobre me había reservado en medio de tanto dolor. Dolor por la angustia que produce saber perdidos para siempre a los mejores cubanos, cuando los malvados nos siguen entorpeciendo. Dolor porque es triste ver caer a personas con quienes habíamos intimado por el trabajo conjunto de meses. Pero todo tiene su parte buena; sin esas grandes emociones la vida no valdría nada para mí. Como ven, ésta es toda una carta mía. Su letra, su contenido, su aparente alejamiento de lo concreto, etcétera. ¡Es tan bello encontrar en lo abstracto lo concreto de uno mismo!

Pero, en fin, no podría ser de otra manera ¿Qué mejor regalo de Reyes que un pedazo de mí mismo? En definitiva, lo único que poseo, pues desde hace tiempo sólo he logrado exteriorizar hacia seres situados fuera de mi cuerpo grandes pasiones, cuando ellas se encuentran muy adentro de mis ideales. Éste es el caso de Haydée a la que sólo pude llegar porque estaba en el centro de este mundo. A ustedes mismos, hace algún tiempo sólo pienso en el dolor que les causo, y busco comprensión. Los quiero sintiendo ese dolor y queriendo que comprendan cómo el primer deber de un hombre es ser fiel a su conciencia. Sé que así es, aunque el lógico egoísmo los domine. No crean que pueda pasarme algo triste para ustedes. Todos, absolutamente todos, estamos en peligro”.

También formó parte del selecto grupo de combatientes del Llano, entre los que se encontraban Celia, Frank, Vilma, Haydée y Faustino, que fueron llamados a la Sierra para encontrarse con Fidel y los guerrilleros, el 17 de febrero de 1957, en lo que se conoció como la primera reunión de la Sierra y el Llano, o el primer encuentro entre los combatientes del 30 de Noviembre y del 2 de Diciembre. Este hecho coincidió con la célebre entrevista que el periodista norteamericano Herbert Matthews le realizó a Fidel y que fue publicada en el The New York Times. 

Para Hart nacieron en aquel momento los dos principales escenarios de la lucha revolucionaria que culminó con la victoria de 1959: la Sierra y el Llano. En esa reunión también se ratificó la necesidad del envío de un contingente de combatientes armados del 30 de Noviembre para reforzar el destacamento guerrillero que combatía en la Sierra Maestra. En ese sentido, Hart recordaba que en la carta que le escribió a Fidel, el 16 de octubre de 1957 le decía, que para los luchadores del Llano era vital el mantenimiento de la Sierra; para él, esa misión era considerada como la primera y fundamental obligación revolucionaria. Armando era de los combatientes que sostenía la tesis de que, con total seguridad “del éxito y el mantenimiento del foco guerrillero que operaba en las montañas dependía el triunfo de la Revolución”.

Para cumplir lo convenido acerca del envío del contingente de refuerzo, movilizaron a un grupo de alrededor de sesenta hombres, desde Santiago de Cuba y otras zonas de Oriente hacia Manzanillo. Esa tropa permaneció cobijada en un marabuzal durante más de dos semanas del mes de marzo, a unos kilómetros de esta última población y a poca distancia de la carretera de Bayamo a Manzanillo, para que luego fueran trasladados a su destino final. En varias ocasiones Armando estuvo en ese marabuzal para conversar con los combatientes sobre diversas cuestiones organizativas y brindarles aliento.

De igual modo, participó en la creación del Frente Obrero Nacional, así como del Movimiento de Resistencia Cívica y el Frente Estudiantil. Por esos días recorrió varias veces Manzanillo, Bayamo y Santiago de Cuba en labores organizativas y, especialmente, de la Resistencia Cívica. En la provincia de Guantánamo existía un núcleo del movimiento clandestino dentro de la Base Naval Norteamericana. Y con una tristeza que le embargaba por completo, recordaba que la última vez que convivió con Frank fue en esa ocasión en la que viajó con él a Guantánamo.

Armando había conocido a José Antonio Echeverría en 1952, cuando éste fungía como vicepresidente de la Asociación de Estudiantes de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de La Habana; desde aquellos momentos sintió gran simpatía por el genuino líder, quien llegó a las cumbres más altas del estudiantado de la década de 1950. El 13 de marzo de 1957, cuando Armando se encontraba reunido con José Aguilera Maceira ―recién nombrado presidente del Movimiento de Resistencia Cívica― en una casa al servicio de la clandestinidad, conocieron el valiente llamamiento de José Antonio Echeverría por Radio Reloj y, de inmediato, la conmovedora noticia de su muerte. Fue muy duro para ellos saber que había caído en el enfrentamiento con la policía, luego de protagonizar las valientes acciones de ese día y profundamente conmovido escribió sobre esos hechos:

“Las fechas gemelas, pero diferentes en calendario, del 30 de Noviembre y el 2 de Diciembre, no coincidieron con el heroico 13 de Marzo de 1957. Lo ideal habría sido que los tres acontecimientos hermanados por la historia y la carga de fuerza revolucionaria que encerraban hubieran podido coincidir en el tiempo, pero la realidad no transcurre en forma ideal, no sucede como muchas veces soñamos los revolucionarios. Lo importante fue que la estrategia y la dirección de Fidel enlazaron para siempre el significado de aquellos sucesos trascendentales”. 

Junto Haydée, a fines de marzo, regresó a la capital para continuar en su febril actividad insurreccional contra la tiranía. El viaje fue muy riesgoso para él, pues para esa fecha el Movimiento ya gozaba de gran autoridad en todo el país, y se le reconocía como la principal fuerza de oposición al régimen. Armando en particular, era buscado por los órganos represivos de la tiranía, pues lo habían calificado como un individuo muy peligroso. En esos mismos días sostuvo varias reuniones con Faure Chomón, Julio García Oliveras, Fructuoso Rodríguez y otros dirigentes del Directorio, para estrechar filas entre ambas organizaciones en su lucha contra la tiranía.

A mediados de abril, recibió el siguiente mensaje de Fidel por medio de Celia: “Exprésale a “Jacinto” (Armando) que la Dirección Nacional del Movimiento cuenta con toda nuestra confianza; que debe actuar con plenas facultades según lo requieran las circunstancias; que virtualmente resulta imposible consultarnos a tiempo en muchos casos; que confío en su talento para ir sorteando las dificultades y adoptando los pasos más convenientes al triunfo definitivo de nuestra causa. En dos palabras, que puede actuar como representante de nuestro Movimiento. Yo pienso como él: que nada impedirá la Revolución Cubana.” 

El joven combatiente debía volver con Haydée a la provincia de Oriente, a fin de ejecutar una particular misión de propaganda que les había encomendado Fidel, pero él no la pudo ejecutar, porque resultó detenido por las fuerzas del Buró de Investigaciones, en la Estación de ómnibus de la Virgen del Camino, en La Habana. Sus familiares presentaron de inmediato un recurso de Hábeas Corpus y realizaron diversas gestiones para que se le pusiera a disposición de los tribunales y gracias a ello luna vez más logró salvar la vida. Porque tras el escándalo que se armó en toda la capital, porque se encontraba desaparecido, antes de las setenta y dos horas lo tuvieron que trasladar a la prisión preventiva de La Habana. Entonces fue condenado por el cargo de portar armas de fuego, cosa que en realidad no era cierta; pero los tribunales del tirano no tuvieron el valor de hacerlo por su militancia revolucionaria ni por sus verdaderas y legítimas actuaciones. Haydée logró pasar inadvertida y fue ella quien, finalmente, cumplió la misión encomendada. 

Cuando estaba en la cárcel se enteró de la Masacre de Humboldt 7, recordemos que se trató de los sangrientos crímenes ejecutados el 20 de abril de 1957, por la Policía Nacional contra los revolucionarios que sobrevivieron a las acciones del asalto al Palacio Presidencial: José Machado Rodríguez, Juan Pedro Carbó Serviá, Fructuoso Rodríguez Pérez y Joe Westbrook Rosales. Indignados por el brutal asesinato que habían cometido las fuerzas represivas de tiranía; junto con otros presos políticos realizaron intensas protestas, que consistían en cantar el Himno Nacional y asistir a los juicios con corbatas negras, para rendirle honor a sus compañeros. 

Varias veces a la semana los llevaban a las vistas de sus juicios ante los magistrados, en el antiguo Caserón de la Audiencia de La Habana que estaba ubicado detrás del Palacio del Segundo Cabo. Armando conocía muy bien esas instalaciones pues allí también trabajaba su padre, quien era magistrado de la Sala de lo Civil y de lo Contencioso Administrativo. 

En la mañana del 4 de julio, protagonizó su audaz fuga de la Audiencia de La Habana, y los periódicos del movimiento clandestino Revolución y Sierra Maestra, publicaron la noticia. En el caso de Revolución fue divulgada en su sección “Informaciones de Última Hora” y en la nota que al respecto el mismo redacto dice: “Solo la angustia de no poder seguir luchando activamente por la Revolución me hizo correr los riesgos de una fuga. Cuando me cerraron todas las puertas para defender ante los Tribunales la Causa del Movimiento 26 de Julio, es que mi espíritu se llenó de la sana indignación que hubo de impulsarme a escapar en oportunidad propicia… Sigo acusando a los miembros del Tribunal de Urgencia (Sala Ordinaria), de condenarme sabiendo que era falso el delito imputado. No puedo ratificar la querella ante el Supremo, pero la confirmo ante la opinión pública. Lo juro ante los mártires de la Revolución, pues portar una pistola si se lucha por Cuba, no es delito. Yo no tendría por qué mentir. Además, el Pueblo entero sabe cómo procede Urgencia de La Habana (Sala Ordinaria). Lo afirmo simplemente para que los jueces honrados de Cuba sepan que ese Tribunal viola todas las garantías procesales y condena sabiendo que los acusadores mienten en la mayor parte de los casos. Por otro lado, existiendo la verdad de mi militancia revolucionaria, los acusadores tuvieron que apelar a la mentira. Un gobierno que no pueda llegar a la verdad es un gobierno fracasado. El Movimiento 26 de Julio nunca ha mentido, porque hace rato que llegó a la verdad: luchar con las armas contra ese gobierno. Y con la gran verdad del momento conquistará la libertad”.

 La fuga había sido preparada por él, mucho tiempo antes desde de recibir la sanción del tribunal. Contaba con picardía como preparó el plan para escapar y lo hacía como si se hubiese tratado de un juego. Estuvo varios días meditando sobre la posibilidad real de evadirse del local de la Audiencia y finalmente, sin contarle a nadie, se animó a ejecutar su plan ese día 4, cuando ya había sido inculpado. 

Los hechos sucedieron así, con anterioridad había solicitado a su familia que le enviaran un pullover blanco que se puso debajo del uniforme de preso. Como tantas otras veces, realizó el recorrido hasta el viejo edificio bajo la atenta mirada de los custodios; había alrededor de 30 compañeros presos junto a él en aquella hilera interminable. Lo condujeron por la escalera trasera del inmueble hasta la sala superior de espera. Al llegar allí, el guardia que escoltaba la fila de presos, entró a revisar el lugar, mientras los prisioneros esperaban afuera. Armando calculó que disponía de escasos segundos para lograr su propósito, por ello siguió caminando hacia el corredor contiguo y uno de los compañeros de la fila que estaba detrás de él, lo vio y le dijo: “Armando, no es por ahí, es por la otra puerta”, a lo que él rápidamente respondió: “Discúlpame, pero yo sé exactamente por dónde es”. Avanzó hacia la derecha del segundo piso, se quitó la camisa de presidiario y se quedó con el pullover, luego se dirigió a la escalera que conducía al portón de salida por el frente del edificio. Y logró salir sin ser advertido ni molestado, por una de las puertas principales. Luego caminó con paso apresurado, pero sin correr para no llamar la atención, por el costado del Palacio del Segundo Cabo, hasta internarse en La Habana Vieja. 

Pudo llegar a la casa de un conocido de la familia y de inmediato lo tranquilizóle pidió ayuda: “No se preocupe, deme un traje de civil y algún dinero que me marcho enseguida”. Ya vestido de cuello y corbata y con diez pesos en el bolsillo, se dirigió hacia el edificio del Ministerio de Hacienda, donde hoy radica el Ministerio de Finanzas y luego de diversas peripecias consiguió enviar, con otro nombre, un mensaje a Haydée y al Movimiento, por medio de su tío Gabriel Dávalos. 

En el mensaje le decía: “No te alarmes. Estoy bien. Te ruego hagas lo que te digo abajo y no lo comentes absolutamente con nadie. Mi vida anda de por medio. En ti la confío en lo que respecta a este importante mensaje. Localiza inmediatamente al esposo de Marinita. Dile que haga llegar urgentemente a quien él sabe que yo estoy en casa de la persona que me escribía en máquina.  Que manden urgentemente a buscarme. Dile también que manden a casa el recado de que estoy bien. Nadie debe saber que tú trasmitiste el recado a ese señor. Debes ir ahora mismo. No debo pedirte perdón pues tú me comprendes. No debo darte las gracias pues tú me quieres.

Rompe ésta, Tuyo, “Rogelio”. 

Varias fueron las familias cubanas que, en aquellos difíciles momentos, brindaron su apoyo y ofrecieron sus hogares para la protección de los audaces combatientes clandestinos, quienes ni en estas trágicas circunstancias de inseguridad total y riesgo para sus vidas dejaron de realizar las labores del Movimiento.

Por la resonancia del caso, para capturar a Hart con la mayor brevedad posible, la tiranía y sus cuerpos represivos desencadenaron una tremenda persecución y registros de viviendas por toda La Habana, pero fracasaron y quedaron ante la opinión pública en completo ridículo porque no lograron capturarlo. 

El 30 de julio de 1957, en una casa clandestina donde se encontraba escondido, conoció la terrible noticia del asesinato de su hermano Frank y de Raúl Pujols. Siempre recordó con profundo dolor que, ése fue para él “uno de los acontecimientos más duros de la lucha”. A propósito de los hechos y en homenaje a la memoria del inolvidable combatiente escribió el artículo ¿Quién era Frank País?, que fue publicado por el periódico clandestino Revolución y también envió una carta a René Ramos Latour “Daniel”, el 5 de agosto de 1957, en la que le decía: “La responsabilidad de los que hemos tenido la oportunidad de trabajar junto a él es inmensa. El trabajo clandestino se había enraizado tanto en la conciencia de nuestra generación y del pueblo de Santiago, que su caída hizo estallar como un volcán una serie de fuerzas incontrolables. Él poseía tres cosas que no se daban fácilmente: habilidad, exigencia y capacidad para la acción; todo esto, unido a su refinamiento espiritual, hizo de él un grande de nuestra Historia. Frank poseía un espíritu militar con formación y vocación revolucionarias, como las que Cuba necesitaba para hacer de aquel gran impulso algo dirigido y definido”. Y Armando concluía, diciéndole a “Daniel”: “Tenemos que seguir y seguiremos. Hemos seguido. Ojalá que el destino nos permita a todos sus amigos conjuntamente suplir un poco su gran ausencia”.

En el mes de agosto, comenzó a residir en la casa No. 1606 de la Avenida Primera de Miramar, en el hogar de Luis Buch y Conchita, su esposa. Desde allí mantuvo estrechos contactos con casi todas las direcciones provinciales y municipales del Movimiento 26 de Julio y la policía no logró descubrirlos.

En representación de la Dirección del Movimiento, junto a Faustino y a otros destacados combatientes, desde la capital estuvieron en contacto con oficiales de la Marina de Guerra en La Habana, Santiago de Cuba, Cienfuegos y Mariel, para brindar apoyo a la sublevación del 5 de septiembre de 1957 y, también, pusieron en marcha la reorganización del Movimiento en todo el país; la Resistencia Cívica se hizo más combativa.

Aunque todos pensaban que luego de la fuga lo más prudente era que Armando se alzara en la Sierra, porque permanecer en el Llano en la lucha frontal contra la tiranía representaba para él un mayor peligro. No ocurrió así, dado que poco tiempo antes de la muerte de Frank, ya se había convenido su traslado para Santiago, a fin de que participara directamente en la organización de las actividades del Movimiento en toda aquella región. 

En septiembre de 1957, evadiendo todos los peligros, nuevamente viajó en automóvil a esa ciudad. Inmediatamente después de su llegada se reincorporó a los trabajos de la organización y a consolidar los contactos con la Sierra. Por esos días se efectuó la reunión en la que se decidió que él asumiera la Coordinación Nacional del Movimiento en el Llano, con sede en Santiago. En ese período la comunicación que mantuvo con el líder del Movimiento fue muy intensa, le escribió varias cartas donde le daba a conocer las resoluciones que adoptaban en las reuniones y le proporcionaba toda la información de la actuación e venían realizando los combatientes en el Llano.

En una mañana del mes de octubre en la que se encontraba reunido con dirigentes sindicales del Movimiento 26 de Julio y de la Resistencia Cívica, en el local de la Asociación Católica de Santiago; logró escapar una vez más de los asesinos de la tiranía de forma muy osada. En esta ocasión lo buscaban los esbirros del dictador al mando de Salas Cañizares. En la huida precipitada se lanzó por un muro de varios metros de altura y al caer en aquel “bendito” que lo salvó, le quedó afectada una pierna, al punto que casi no pudo caminar durante varias semanas. Por suerte el compañero Octavio Louit Cabrera, logró ayudarlo a tomar el auto, en el que escapó milagrosa y cinematográficamente.

A lo largo de octubre y noviembre, continuó desarrollando una importante correspondencia con Fidel, de la cual se conservan varias cartas. En la del día 22 noviembre, le explicó todo lo referido a la ejecución de Fermín Cowley.

A finales de noviembre 1957, subió de nuevo a las montañas de la Sierra Maestra para encontrarse con Fidel y el grupo guerrillero. El motivo fundamental que lo llevó hasta allí consistió en tratar con el jefe del Movimiento todo lo relacionado con la llamada Junta de Liberación o Pacto de Miami. Fidel redactó un documento de respuesta, en el que fijaba la posición de rechazo total del Movimiento ante aquellos hechos. De igual modo, Armando le remitió una carta a Luis Buch, con fecha 19 de diciembre de ese año, donde le explicaba los puntos de vista del jefe del Movimiento sobre este delicado asunto y las proposiciones pertinentes que había formulado el propio jefe del 26 de julio, por  acompañaba su misiva la declaración de Fidel. 

De esta forma pasó la Navidad de 1957 con los guerrilleros rebeldes en la Sierra Maestra; pero tenía que retornar al Llano a fin de permanecer en su puesto de combate, porque era allí, en el Llano, donde él consideraba que resultaba más útil a los planes de Fidel y del Movimiento. Lo cual ejecutó en los primeros días de enero de 1958. 

Continuará

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