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De la historia contada por las revistas cubanas de los sesenta. Una iniciativa de la FMC sin precedentes
23/8/2020
Por: Vilma N. Ponce Suárez, Biblioteca Nacional José Martí
La idea se materializó primero en el campo, cuando el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) organizó Colegios Rurales de Corte y Costura para la capacitación de la mujer campesina. Poco tiempo después, la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) tuvo la iniciativa de impartir estos cursos en La Habana. Así, miles de féminas procedentes de diferentes partes del país se beneficiaron de una experiencia inolvidable, que cambió el curso de sus vidas.
La FMC aportó las maestras de corte y costura, directoras de escuelas y las activistas que movilizaron a las jóvenes, muchas de las cuales se separaban por primera vez de sus familias. En febrero de 1961 llegaron a la capital cerca de 2000 campesinas para estudiar en la Escuela “Ana Betancourt”, en el Hotel Nacional.
Varios reportajes publicados en la revista INRA ofrecieron detalles de aquellas jornadas. En “Doce mil campesinas estudiarán en La Habana” (marzo 1961) se hizo referencia a la creación de 42 aulas en el Hotel Nacional, en las que se ofrecieron cursos con una duración de seis meses. También se habilitaron locales en diferentes sitios de la ciudad para impartir docencia. No sólo se les brindaron clases de corte y costura, sino también de enseñanza regular. En su formación se incluyó la visita a lugares históricos, museos, teatros, ballets, exposiciones y cines; además de recibir conferencias sobre diversos temas. No faltaron los baños de mar en las playas cercanas a la capital y la práctica de ejercicios físicos. La salud de las alumnas fue otra de las preocupaciones, por lo que ellas tuvieron acceso a los servicios estomatológicos y de medicina general.
Acerca de los excelentes resultados de estos cursos trató el reportaje “Vestirán de fiesta nuestros campos”, de la periodista Onelia Aguilar (septiembre 1961). Además de su preparación en un oficio, estas mujeres transformaron sus hábitos de alimentación e higiene; así como, su comportamiento social y forma de vestir. En ellas nacieron nuevos intereses culturales y de superación.
La primera graduación de 800 de estas muchachas tuvo como colofón una actividad en la Ciudad Deportiva, donde modelaron con los vestidos y accesorios que confeccionaron. El Gobierno revolucionario le donó a cada una de las graduadas una máquina de coser facilitadas por los países socialistas, según indicó el Dr. Antonio Núñez Jiménez en el libro “En marcha con Fidel – 1961”.
El 18 de septiembre de 1962, en el primer Congreso Nacional de la FMC, su presidenta Vilma Espín señaló que para esa fecha habían aprendido corte y costura en las escuelas 13 mil campesinas. Una valiosa premisa tuvieron las muchachas al pasar estos cursos: “Aprender para enseñar”. Significaba que al graduarse, en gesto solidario, deberían convertirse en maestras de aquellas mujeres que se habían quedado trabajando en las cooperativas y granjas del pueblo.