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Foto de Los Triunfos de un poeta y bibliófilo italiano: Francesco Petrarca

Los Triunfos de un poeta y bibliófilo italiano: Francesco Petrarca

23/9/2020
Por: Olga Vega García, Biblioteca Nacional José Martí

Los Triunfos de un poeta y bibliófilo italiano: Francesco Petrarca 


Por Olga Vega García.


Se reedita un artículo de Tesoros del 2009, sobre el que en estos días se ha hecho un comentario y dado el interés despertado en los lectores se ha decidido reeditarlo para brindarlo completo. 


Se trata de una edicion española de los triunfos de Francesco Petrarca, una de las figuras emblematicas de la literatura italiana del Renacimiento. Muy vinculada a la actividad bibliotecaria, a la bibliofilia y sl comercio del libro antiguo.

 Un retrato poco conocido de él, en forma de grabado xilográfico, está contenido en la obra de Paolo Giovio titulada Pauli Iovii Novocomensis... Elogia virorum bellica virtute illustrium: septem libris iam olim ab authore comprehensa ..., publicada en Basilea en 1575. 

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El análisis de la obra de este autor y de las producciones bibliográficas realizadas a lo largo de estas centurias ha sido tan exhaustivo por parte de críticos literarios y biógrafos de todo el mundo, que no se hace necesario profundizar en esos temas, sino centrarse en destacar los aspectos curiosos que presenta una de las joyas de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, escrita por un verdadero amante de los libros, y brindar un esbozo de la vida del autor y de su labor como coleccionista destacado.

Francesco Petrarca, de origen florentino, nació en Arezzo en 1304 y durante años residió en distintas ciudades italianas y francesas, debido a las persecuciones políticas de que fue objeto su padre, adherido al partido negro güelfo. Cursó estudios de leyes pero nunca consiguió graduarse por ser su interés principal el campo de la literatura. Hacia 1326 regresa a la ciudad de Aviñón donde permanecerá durante diez años, y es en esa época, un 6 de abril de 1327, que vio en la iglesia de Santa Clara a una linda joven desconocida cuya verdadera identidad resultó muy discutida por los biógrafos y a la que el poeta llamaba siempre Laura, nombre con el que a lo largo de los siglos se le ha recordado siempre, llegando a constituir ambos una de las más famosas parejas de la historia universal, aunque su relación nunca llegara a materializarse.

Más tarde aceptó vestir el hábito religioso tomando las cuatro órdenes menores que lo obligaban al celibato pero no a la castidad, puesto que sucesivamente tendrá dos hijos, pasando a ser capellán del Cardenal Giovanni Colonna. Tampoco lo limitó a viajar por otras regiones; Italia, Flandes, Alemania… y le abrió el camino para continuar desarrollando su intelecto, estudiando los autores de la Antigüedad clásica y de paso rescatando (comprando o copiando), editando y comentando los clásicos conservados en las bibliotecas de esos países.

Fue entonces cuando comenzó a desplegar su papel de incansable coleccionista por el que se le denominará el Padre de la Bibliofilia Moderna, tarea que en aquellos momentos era trascendental, porque se está hablando de un período histórico en el que no había comercio del libro como se concibe actualmente y muchos de los originales conservados en las bibliotecas monacales, o habían sido destruidos o expurgados, o estaban fuertemente custodiados, de ahí que el hecho de salvar manuscritos implicaba que se estaban recuperando para la posteridad “piezas únicas”. 

Pero, además, no guardó para sí los tesoros encontrados sino que donó su rica biblioteca privada de cerca de un millar de ejemplares para que a su muerte se abriera al público y cumpliera una verdadera función social. Lamentablemente, eso no pudo concretarse; se dice que muchos de sus libros se dispersaron y pasaron a engrosar los fondos de bibliotecas de otros países de Europa, donde se atesoran celosamente en la actualidad. 

Sólo hacia 1441 los Médicis hicieron realidad la idea de Petrarca fundando una biblioteca pública: la Marciana, ubicada en el Convento de San Marcos, a la que acudían los sabios para consultar los valiosos códices manuscritos. Años más tarde y con el patrocinio de Lorenzo el Magnífico se conformó la "Biblioteca Laurenziana" en 1525, en un edificio construido por el célebre Miguel Ángel, hasta que finalmente, a inicios del siglo XIX, se fundieron ambas instituciones. 

Para poder dedicarse a la literatura logró obtener una canonjía en Parma, en 1348, que le permitió disfrutar de los beneficios del cargo. Posteriormente se trasladó a Milán (1353-1361), a Venecia (1362-1368) y a Padua; sus últimos años transcurrieron en una villa de Arqua, lugar donde fallece en el año 1374. 

Su producción en el campo de las letras puede dividirse en dos grupos: obras en latín y obras en lengua vulgar. Petrarca promovió el italiano como lengua literaria en tiempos en los que imperaba aún el latín como la destinada a utilizarse por los escritores de fama. Además logró en vida el reconocimiento de sus contemporáneos siendo coronado por el Senado de Roma como poeta, en 1341. A esto se debe que en el grabado de Giovio, antes mencionado, aparezca con su corona de laurel, al igual que Dante. Su obra principal es el Canzoniere, publicado originariamente con el nombre de Rime in vita e Rime in morte de Madonna Laura, aunque hay otras relevantes como los Triunfos a los que haremos referencia hoy. 

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A diferencia de muchos de sus contemporáneos, dejó escrita su vida y gracias a esto se cuenta con información sobre ella, sobre su obra, y es conocido su amor inmortal por Laura.

Entre los tesoros patrimoniales de la BNCJM hay tres obras de la colección del siglo XVI de libros antiguos debidas a la pluma del autor a que se hace referencia: De los remedios contra próspera adversa fortuna (1525), Sonetti, Canzoni e Triomphi (1541) y Triunfos (1526), seleccionada esta última por tratarse de una edición ilustrada que ejemplifica en muchos aspectos las características de las producciones posteriores al período de los incunables (primeras obras impresas entre 1450 y 1500).

Su ficha catalográfica anuncia que se trata de una versión española, plasmada por supuesto en el castellano de la época, que por tratarse de una lengua en formación difiere de la ortografía actual, lo que resulta curioso para estudiantes y lectores en general y dificulta su lectura, aunque para los bibliotecarios a cargo de impresos antiguos y los investigadores es algo habitual, y de hecho un rasgo que le da una connotación especial.

Del impresor, Juan Varela de Salamanca, se tiene poca información, salvo que desarrolló su actividad hacia la primera mitad del siglo XVI y que su producción fue reducida en comparación con otros tipógrafos de aquel momento. 

Antonio Palau y Dulcet la califica como una magnífica edición en su Manual del librero hispanoamericano. Está ilustrada con bella portada ornada, impresa a dos tintas (roja y negra), y ostenta un grabado que luego se repite al final de la obra y que da inicio al presente artículo: El Triunfo de la Divinidad. 

En un total de seis grabados en madera se van representando cada uno de los “triunfos”, imitando las miniaturas que en el período del libro manuscrito acrecentaban su belleza, práctica que se continuaba en el período de los incunables y los libros arcaicos. En este caso las xilografías están más toscamente ejecutadas que en otras obras publicadas en la centuria pero no han de ser descartadas porque constituyen verdaderos exponentes de un estilo imperante en los materiales ilustrativos de toda una época.

La obra, de por sí compleja, va presentando en seis partes su poema de forma narrativa y a la vez alegórica, y fue escrita en tercetos encadenados. Su redacción se prolongó por decenios.

Triunfo del amor 

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Por supuesto que al referirse al triunfo del amor no puede faltar en la obra la constante referencia a la bella Laura, la mujer ideal de Petrarca. El escenario es Aviñón en primavera, un seis de abril, y el poeta dormido sueña con un dios Amor que con su carro va arrastrando a todos, incluyéndolo a él, al conocer a su amada.

Triunfo de la castidad 

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En este caso los corceles son sustituidos por unicornios y la representación de la castidad se centra en la figura de Laura, rodeada de otros personajes femeninos de la historia. El amor es derrotado y triunfa la castidad.

Triunfo de la muerte

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Hace recordar las anteriores obras ilustradas a partir de la utilización de la xilografía aún antes de la aparición de la imprenta en Europa, ya que resultaban muy divulgadas las denominadas Danzas de la Muerte, en las que no faltaba ella armada con la guadaña, anunciando que todos: monarcas, monjes y personas pertenecientes a cualquier estrato social, a la larga, caerían bajo el filo de su guadaña, lo que impresionaba al lector de entonces. En esta oportunidad se hace mención a la muerte de Laura.

Triunfo de la fama 

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Junto a los corceles resaltan elefantes, un tanto distorsionados, pero indudablemente atractivos para lectores que nunca antes los habían visto —al igual que el propio grabador, que los talló en el bloque de madera imaginando lo descrito por otros. No por gusto están ahí; el cuadro trata del triunfo de la fama, ejemplificándola con César, Escipión y otros personajes célebres.

Triunfo del tiempo 

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Obsérvese que la distribución del texto en las páginas resulta igualmente atractiva, pues combina los originales del poeta con los comentarios hechos por el traductor, mediante una variación en el tamaño de los caracteres empleados, en este caso se trata de letras góticas. Ellas le dan a la edición un tono de mayor antigüedad porque a partir del Renacimiento, conjuntamente con el uso de las lenguas romances, se emplean cada vez más letras romanas, y las góticas van cayendo en desuso paulatinamente. En este triunfo el sol simboliza el tiempo que arrolla con su carro a la fama, la cual sucumbirá ante el olvido.

Triunfo de la divinidad 

Se representa en esa parte final la caducidad de lo humano, mientras vence lo eterno. Ahí, por supuesto, se vuelve a retomar la figura de Laura. Como se ha expuesto con anterioridad, aparece plasmado tanto en forma de grabado como en la portada. 

Tiene también pequeños grabados alegóricos como cabecera del texto, tal y como ocurría en las letras capitales de siglos pasados.

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Su colofón, en forma de pirámide invertida, continúa la línea del explicit, común en los manuscritos medievales, en el que se ofrece de una manera propia de la época una información sobre la edición: “Fue impresa esta excelente y artificiosa obra de los seis triunfos de micer Francisco Petrarca en castellano; en la muy noble y leal ciudad de Sevilla en casa de Juan Varela de Salamanca corregida y enmendada de algunos defectos que antes tenía. Acabose a XXX días del mes de Agosto del año de nuestra reparación de mil y quinientos y veinte y seis años”. 

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La encuadernación en piel está bastante deteriorada. Ostenta ex libris hecho en piel roja grabada en dorado, perteneciente a Teodoro Becu, pegado a una de ellas.

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El estado de conservación del volumen que se atesora es relativamente bueno, no obstante su antigüedad, aunque la portada tiene el papel más oscurecido y presenta una pequeña reparación en la parte inferior. 

De nuevo un precioso tesoro bibliográfico vuelve a divulgarse al mundo, como pieza que es cuidadosamente salvaguardada por el valor de rara y valiosa que encierra y su especial atractivo para el público de hoy, en el cual las imágenes cobran especial significación en un mundo inmerso en la pandemia de la COVIT 19. 


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