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Foto de Correo desde la Isla de la Dignidad. Che, vigencia de un mito

Correo desde la Isla de la Dignidad. Che, vigencia de un mito

8/10/2020
Por: Eloisa Carreras Varona y Armando Hart Dávalos, Biblioteca Nacional José Martí

Los restos del legendario e inolvidable Che y de seis de sus compañeros de la gesta revolucionaria en Bolivia, llegaron a nuestra patria el 12 de julio de 1997, después de haber permanecido sepultados durante más de tres décadas en un punto desconocido de la geografía de la localidad de Vallegrande, del país andino, hasta la fecha de su hallazgo el 28 de junio de 1997; recordemos que la CIA intentó desaparecer cualquier pista o huella de los guerrilleros con el propósito de mantenerlos en el olvido.  

Un grupo de expertos cubanos y el Equipo Argentino de Antropología Forense, para realizar el hallazgo de la fosa que albergaba sus restos,  siguieron una de las pistas más importantes a partir de la información que el general boliviano retirado Mario Vargas Salinas, brindó al The New York Times, publicada el 21 de noviembre de 1995, en la cual afirmó que: “la tumba del Che se ubicaba en la pista vieja del aeropuerto de Vallegrande”; para el 30 de marzo de 1996 el equipo argentino se retiró de la búsqueda, pero los cubanos junto a varios amigos bolivianos continuaron la exploración que fue muy paciente y compleja, hasta lograr el anhelado descubrimiento para 1997. Llegar a la zona especifica y precisa del enterramiento requirió no solo de conocimiento y pericia, sino también de “todo un año de investigación histórica detallada que permitió establecer las áreas de interés sobre las cuales se aplicó la más diversa y moderna técnica y tecnología”.

Luego de su llegada a La Habana, a los restos del Che y de esos seis combatientes se les rindió un solemne, sentido y multitudinario homenaje por todo el pueblo de Cuba que no tenía precedente en nuestra historia, primero en La Habana y luego a lo largo del trayecto hasta la Sala Caturla, de la Biblioteca Provincial José Martí de la ciudad de Santa Clara, en la que masivamente el pueblo villaclareño a nombre de todo nuestro pueblo le ofreció póstuma recordación; finalmente se realizaron las honras fúnebres en la Plaza, Mausoleo o Complejo Monumentario Ernesto Che Guevara. En aquella singular y emotiva ocasión nuestro Comandante en Jefe expresó un conmovedor discurso para recibir como lo afirmó con énfasis “al Destacamento de Refuerzo” con el legendario Che al frente, entonces dijo Fidel:

“Con emoción profunda vivimos uno de esos instantes que no suelen repetirse. No venimos a despedir al Che y a sus heroicos compañeros. Venimos a recibirlos. Veo al Che y a sus hombres como un refuerzo, como un destacamento de combatientes invencibles, que esta vez incluye no solo cubanos, sino también latinoamericanos que llegan a luchar junto a nosotros y a escribir nuevas páginas de historia y de gloria. Veo además al Che como un gigante moral que crece cada día, cuya imagen, cuya fuerza, cuya influencia se han multiplicado por toda la tierra. 

¿Cómo podría caber bajo una lápida? ¿Cómo podría caber en esta Plaza? ¿Cómo podría caber únicamente en nuestra querida pero pequeña Isla? Solo en el mundo con el cual soñó, para el cual vivió y por el cual luchó hay espacio suficiente para él”.

El Che luchó por el derecho de millones de personas a la justicia, la soberanía y promovió nuevos pensamientos arriesgando su piel para probarlos. Esto lo convirtió en uno de los símbolos éticos más legendarios y a la vez más paradigmáticos de toda la historia de la civilización humana.

A más de cincuenta años de distancia de su caída en combate, su recuerdo no sólo permanece vivo en nuestra memoria, sino que el análisis de su legado suscita reflexiones que son de actualidad en los debates políticos y culturales en el presente siglo XXI. Por eso se debe pensar y reflexionar en cuáles son las razones y los factores que determinan el hecho real y tangible de que el Che viva y siga viviendo en el corazón de América y en otras latitudes. Quizás un hilo importante para descubrir lo esencial en la razón de su vigencia, se halla en el hecho de que el Che fue una síntesis de hombre de acción y pensamiento que trascendió en la historia americana y le infundió, a su vez, nuevos alientos y riquezas al ideal socialista.  El guerrillero, el dirigente de la industria y la economía, el hombre de Estado y de política, fue también un infatigable investigador, un promotor de nuevos pensamientos, un combatiente de profunda vocación intelectual.

Un rasgo sobresaliente de su personalidad, que encarnaba virtudes humanas diversas, fue el sentido heroico y su voluntad dispuesta al sacrificio útil en favor de la humanidad.  Se dijo que era un romántico, pero él respondió que era de esos que ponen el pellejo de por medio para mostrar sus verdades.

Recibió y enriqueció la herencia espiritual de nuestro continente y decidió forjar su carácter para asumir, con los hechos y con la consagración de su vida, el compromiso que estimó irrenunciable de defender con su enorme talento, valor y virtudes: el derecho de los pobres de América a la aspiración bolivariana y martiana de la integración moral de las patrias latinoamericanas.

Trabajó de médico en leprosorios tristes de América y entró en contacto con los que viven en la miseria en diversos rincones de nuestro continente.  Desarrolló un espíritu de amor a la justicia, a la dignidad personal y se vinculó estrecha, humana y fraternalmente con los hombres y sus aspiraciones de redención. Ese valor social e interés individual se elevó a la categoría de leyenda sobre el fundamento de que este hombre estaba consagrado por entero a la lucha por los derechos de millones de personas.

El Comandante Ernesto Guevara, al asumir los valores espirituales de nuestra América y elevarlos con su talento, heroicidad y decisión al plano más alto, se convirtió en uno de los símbolos éticos más elevados de la historia de las civilizaciones. Pero el Che no fue simplemente un Quijote con la adarga al brazo, en él existió un elemento muy particular: la vocación para la conceptualización teórica. Recordemos de que antes de proclamarse el carácter socialista de la Revolución cubana, le preguntaron al Che, como dirigente de nuestro país, si era admirador de Marx y el Che respondió: “Así como un físico tiene que admirar a Newton, un trabajador social tiene que situar en la más alta estima a Carlos Marx”.

No hay dudas, de que confirió una importancia esencial al papel de la ideología, la formación moral y la educación en los caminos del socialismo. Una reflexión especial merece en estos tiempos el rol desempeñado por él como uno de los grandes precursores de la necesidad de cambios revolucionarios en el socialismo.  Vio, desde principios de la década de 1960, problemas como nadie los apreció entonces y los análisis realizados acerca de ellos tienen una validez histórica incuestionable, en sus aspectos esenciales la vida le dio la razón en forma de tragedia.

Para ser consecuentes con el paradigma que él representa debemos extraer las enseñanzas que resulten más útiles para los retos que hoy tenemos los revolucionarios, pero hay tres que estamos obligados a tomar muy en cuenta:  la primera es la importancia que tienen los factores subjetivos en la lucha revolucionaria, que debemos relacionar con el valor de la cultura en la historia de las civilizaciones; la segunda, el papel de Asia, África y América Latina, es decir, lo que hemos llamado Tercer Mundo, en los combates en favor de la liberación universal del hombre ─no olvidemos que un objetivo esencial de sus concepciones consistía en superar el equilibrio bipolar desde la izquierda─, y la tercera está relacionada con los vínculos entre Europa y América Latina.

El Che que se formó como socialista sobre el fundamento de la cultura ética y humanista de América Latina, selló con su vida y muerte la identidad entre lo mejor del pensamiento europeo y latinoamericano. En tanto pensador, exaltaba la necesidad del rigor científico en el análisis de los hechos políticos, sociales, económicos e históricos; en tanto hombre de ética, destacó la necesidad de enseñar con su propio ejemplo y forjarse a sí mismo, un carácter y un temperamento para encarar con valor a sus enemigos.  Por eso, en sus horas finales, cuando se vio sin ningún recurso de defensa frente a sus captores, lanzó su última orden de combate: “Disparen, que van a matar a un hombre”; en las entrañas de su ejemplo se gesta el futuro victorioso de sus ideas.  

Bien conocemos que los escenarios han cambiado desde aquel año en que entregó su vida, que hay nuevas complejidades, muchas circunstancias adversas y otras favorables. Pero ser seguidores del Che, no es repetirlo a él al pie de la letra, asumir el legado del Che, es tratar de ser como él fue con sus precursores, estudiarlo y asimilarlo con respeto, seriedad y humildad y, a la vez, no subirlo en un altar, ni trasplantar acríticamente todas sus ideas al presente; pero sí darle continuidad desde nuestros tiempos, desarrollar esas ideas que encierran tantas potencialidades para nuestras peleas de liberación actual. Más que ayer, “es la hora de los hornos y hace falta más luz”, más luchas, más voluntad, más iniciativa, más imaginación y más unidad entre los revolucionarios y los pueblos de nuestros tres continentes.

Claro que en la América del Che existen condiciones excepcionales para avanzar y se ha avanzado. El capitalismo excluyente, inhumano, empobrecedor y antinacional no dispone de soluciones para superar sus paradojas, aunque siga teniendo capacidad para reproducir su dominio ideológico y político en gran medida por las propias debilidades de las fuerzas de la izquierda.

Nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños no han dejado de pelear y resistir desde aquel 8 de octubre de 1967.  Hemos tenido avances y éxitos, también derrotas, retrocesos, errores, crisis de relaciones entre movimientos sociales y políticos, problemas de organización, de dogmatismo y sectarismo, estrategias y tácticas no acertadas y otras dificultades, a las cuales debemos sumar las consecuencias internacionales negativas generadas por el final de la URSS y del bloque socialista europeo. Pero los pueblos de Nuestra América tienen historia y creatividad suficientes para seguir enfrentando estas adversidades y encontrar las vías propias para su liberación, como ya se ha hecho en varios de nuestros países.  

Nuestro homenaje al Che podría sintetizarse si recordamos aquel estremecedor mensaje suyo a la Tricontinental, al expresar allí su internacionalismo y tercermundismo, recordemos que allí hablo de aquella exhortación a crear dos, tres muchos Viet Nam, que mantiene vigencia en su sentido de unidad, de solidaridad y de extender las luchas populares y liberadoras a todas partes, a ese mensaje proponemos agregar, en su honor, que nuestro deber hoy, como revolucionarios y luchadores antiimperialistas es crear dos, tres muchos Che Guevara, multiplicar sus ideas y su ejemplo de vida, con la certeza de que sólo así llegaremos hasta la victoria siempre.