Noticias
Buscar noticia

120 Aniversario BNCJM - Correo desde la Isla de la Dignidad. Las revoluciones van hacia adelante por caminos de papel
18/10/2020
Por: Eloisa M. Carreras Varona , Biblioteca Nacional José Martí
Leer no es solo un placer, sino también
un derecho para los pueblos que, como el nuestro, cifran sus principales
esperanzas en el desarrollo de sus propias potencialidades; bien conocemos que
nuestro recurso económico fundamental es la inteligencia, la cultura
sedimentada y en permanente crecimiento.
Un día como hoy debemos recordar a Domingo
Figarola Caneda, el destacado intelectual cubano que aportó y donó su propia
colección de libros y documentos como parte del patrimonio fundacional de la
Biblioteca. Así se comenzó a forjar este inapreciable Fondo que con el tiempo y
la acción de muchos ha resultado ser, uno de los Fondos Bibliográficos más
representativos y numerosos de nuestra América.
Al repasar la historia de esta
institución durante todos estos años de existencia, saltan a la vista dos
cualidades sin las que no podríamos explicarnos ni su influencia ni su
prestigio actual: su estrecha relación con las figuras paradigmáticas de la
intelectualidad cubana, y su arraigada vocación de servicio social.
Personalidades como Emilio Roig de Leuchsenring, quien fuera el principal
animador del movimiento que generó y logró la construcción del nuevo edificio y
Fernando Ortiz, a cuya sapiencia y auténtica cubanía debemos la propuesta de
que nuestra Biblioteca Nacional se nombrara merecidamente José Martí; ilustran
el sentido de responsabilidad con que nuestros principales hombres de
pensamiento acogieron como suyo el surgimiento y desarrollo de esta
institución.
A ellos mismos y a los que les
sucedieron en la tarea de salvaguardar y difundir el patrimonio bibliográfico y
documental de la nación, agradecemos no haber desligado nunca nuestra
Biblioteca Nacional de su proyección de servicio al pueblo. Porque, ni siquiera
en los peores y más oscuros momentos de nuestra Patria, la Biblioteca como
concepto público, se propuso ser reducto de unas pocas élites.
Pero es conocido que aquella vocación,
no encontraría resonancia ni asidero fértil de la voluntad estatal sino hasta
después de 1959, cuando la Revolución al inaugurar la libertad para los
cubanos, erradicó el analfabetismo y democratizó el acceso a la cultura y el
conocimiento. Nunca fue tan veraz la afirmación martiana de que es preciso “ser
cultos para ser libres”.
El apogeo creador que trajo consigo la
gesta revolucionaria de 1959, socializó ampliamente el papel de la Biblioteca como
institución cultural vinculada a la comunidad y al servicio público. Tal
eclosión promocional se correspondió con la estrategia del Estado que partía de
considerar la lectura como parte esencial de la redención humana. Fue Fidel quien mejor definió los objetivos
de la Revolución al respecto, cuando dijo: “No le decimos al pueblo, cree; le
decimos, lee”. Sobre estos principios ha transitado la labor del gobierno revolucionario
en los ámbitos de la educación, la ciencia, el arte, la literatura, y otras
disciplinas del saber humano.
No es de extrañar entonces que hoy
cuando las circunstancias por las que atraviesa nuestra economía repercuten en
toda la sociedad, la Biblioteca Nacional continúe recibiendo apoyo y atención
estatal.
La estrecha relación entre el proceso
de la cultura cubana y nuestra Biblioteca Nacional se da, por supuesto, de
múltiples maneras. Importantes intelectuales han fungido como directores de
diversas etapas, y téngase en cuenta, además, que aquí se conserva y difunde la
valiosa papelería de muchos de los más grandes escritores y polígrafos cubanos,
como Julián del Casal, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Lezama Lima, entre
otros, incluso de la contemporaneidad más reciente. Se atesoran también
documentos imprescindibles para conocer y estudiar nuestra historia política,
social y económica, incunables nacionales y extranjeros, colecciones de música
grabada u original, libros de arte, y de la ciencia y la técnica. Qué habrá, en
fin, en un legado que ha ido acumulándose durante tantos años, y que ya reclamaba
otros espacios de consulta, exposición y técnica, tal como acaba de acontecer.
Las bibliotecas del país junto a
nuestra Biblioteca Nacional, son un pilar fundamental de la vida intelectual y
espiritual de la Patria, apoyémonos en ellas y en el vasto sistema
institucional de la cultura creado por la Revolución, para unir las fuerzas
necesarias con las cuales enfrentar exitosamente los deberes éticos y, por
tanto, políticos que tenemos por delante. No podremos hacerlo en forma parcial,
segmentada, exclusivamente técnica o administrativa; tenemos que hacerlo
alentados, orientados e inspirados en la hermosa herencia espiritual que nos
legó el más grande de los intelectuales cubanos, y el más importante político
del país en el siglo xix: José
Martí.
Los bibliotecarios cubanos con su
humildad, su creatividad, su talento, estarán en la vanguardia del empeño
generoso de promover el pensamiento revolucionario cubano en este nuevo milenio
en nuestras bibliotecas.
Felicitamos a Omar Valiño, su director
actual, así como a todos los trabajadores y especialistas, por el arduo e inmenso
trabajo que continúan desplegando al servicio de nuestro pueblo.
Seguiremos convocados en esta cruzada
por la multiplicación del saber, la lectura, y la cultura, porque esa es la
garantía definitiva de la victoria, recordemos siempre, lo que nos dijo José
Martí: “las guerras van
sobre caminos de papeles”.