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Foto de Concurso Leer a Martí 2000. Una bella obra.

Concurso Leer a Martí 2000. Una bella obra.

15/11/2020
Por: Jessica Álvarez Bellas, Biblioteca Nacional José Martí

Hoy le presentamos esta hermosa obra escrita por un joven de 12o grado, tenía 17 años y que fue ganador del Concurso Leer a Martí en el año 2000 y pertenece a la provincia de Ciego de Ávila, profundidad y belleza en este escrito. 

Creciendo por dentro

Leonardo Chico Pimentel

Ayer sentí unos pasos apagados en el eco de algún pensamiento, o corriendo sigiloso de la mano de un sueño; no lo sé bien. Pero hoy, justo al despertar, he hallado huellas claras en el umbral de cada idea y me ha asaltado la curiosidad de abrir las puertas a ese bregar de sangre, de lucha, de fuego y sentimiento, que fue la vida del Apóstol. Sediento de su ejemplo me bebí sus libros, su historia, y una tarde de lúcida lectura quedé adormecido al final de una cuartilla…

Abrí los ojos al ruido de grilletes de sucias cadenas, y no poco asombrado al verme ligado también a ellas por el dolor supremo de unas carnes rotas y sanguinolentas. Iba casi inconscientemente, marcando el paso monótono y triste de los presos al ser llevados al martirio abrasador llamado ´´canteras de San Lázaro´´. El trabajo fue extenuante. Muchos cayeron sin sentido durante la jornada abandonados allí al polvo y al sol. Al regreso, conocí a un joven, nublada la mirada y débil el cuerpo, pero con una sinceridad inmensa en los ojos y una fortaleza impredecible en el alma. Nuestra conversación se extendió hasta el patio del presidio. Me contó sus problemas, sus ansias de libertad, su repudio al régimen con un fervor sorprendente, y descubrí una vida y un futuro dedicados a la patria, en cada rincón de sus palabras. Impresionado quedé con aquel joven tan sencillo, tan brillante; castigado tan injustamente en aquella forja de vejaciones

Después lo vi pocas veces: ocupado siempre en ayudar a todos; interesados por aquellos que padecían con más fuerzas el castigo inmenso del presidio. Su sangre corrió con la de todos los que allí padecían, su mano se extendió tantas veces para saludarme, así como para levantarme del cieno y fue en una de esas ocasiones cuando la fusta dirigió para castigar la ayuda. Sólo puedo recordar sus ojos llenos de ira y sus manos temblorosas, pero entonces una niebla fría me impidió la visión y desperté, sudoroso y agitado en mi cama de siempre con la frente apoyada justo en la última página del libro del Maestro, El presidio político en Cuba

A pesar de que han pasado los años me parece encontrarlo llenando cada imagen de mi vida, y lo recuerdo no triste y humillado entre el lodo de la cárcel, no débil y enfermizo entre las miasmas mortales de San Lázaro… sino fúlgido y enorme, con los bolsillos llenos de consuelo a cada pesar, y sus grilletes rotos y deshechos para siempre entre sus manos juveniles, pero poderosas.