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Foto de 120 Aniversario BNCJM- Tesoros. La preciosa Historia Animalium de Conrad Gesner.

120 Aniversario BNCJM- Tesoros. La preciosa Historia Animalium de Conrad Gesner.

15/11/2020
Por: Olga Vega García, Biblioteca Nacional José Martí

En un artículo publicado en el anterior número de Librínsula, el Dr. Emilio Setién Quesada, destacado investigador cubano en el campo de la bibliotecología, hacía referencia a un importante autor suizo, Conrad Gesner (1516-1565), considerado como el Padre de la Bibliografía gracias a su Bibliotheca Universalis. Puesto que en la Colección de Libros Raros y Valiosos de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí se conserva un voluminoso tomo IV de su famosa Historia animalium, se decidió seleccionar para esta oportunidad esa curiosa pieza. 

Aunque es solamente una parte de una obra de gran extensión, esto no le resta valor como fuente de información, ya que cada uno de los 5 tomos in folio que conforman la obra incluye determinadas especies de animales y puede ser leído de forma independiente.

La fructífera vida de este autor puede sintetizarse como sigue: Naturalista y médico suizo, profesor de Filosofía y bibliógrafo, aparece en las obras de referencia bajo diversas denominaciones: Conrad von Gesner, Conradus Gesnerus, Konrad Gesner, Conrad Geßner, aunque en esta oportunidad se ha optado por la más conocida. Nació en Zürich un 26 de marzo de 1516, y en sus primeros años estudió Teología y Lenguas Clásicas. Hijo de un peletero, a la muerte de este tuvo algunas dificultades de tipo económico, pero logró continuar estudios en la Universidad de Estrasburgo y Bourges (1532-1533) y finalmente en París, ya que encontró el apoyo necesario para ello.

En 1535 regresó a Zürich donde contrajo matrimonio, con la ayuda de amigos partió en 1536 a estudiar a Basilea, de forma que en 1537 obtuvo el puesto de profesor de griego en la recién creada Academia de Lausana. A partir de entonces se dedicó a sus estudios científicos. En 1541 obtuvo el título de doctor en Medicina en la ya famosa Universidad de Montpellier, estableciéndose finalmente  en su ciudad natal (huyendo de la persecución religiosa por ser protestante), en la cual obtuvo el puesto de profesor universitario y médico, y a partir de 1551 empezó a publicar la Historia Animalium.

Allí transcurrió su vida –salvo cuando viajaba a países del extranjero– volcado en la escritura de libros de disímiles temáticas, hasta que murió a causa de la peste, enfermedad muy común en Europa, un 13 de diciembre de 1565. Por suerte contó con un colaborador, Caspar Wolf, que continuó su obra y logró publicar el último volumen de la Historia….

En su época fue particularmente reconocido como botánico, aunque sus manuscritos sobre esa materia no fueron editados hasta después de su muerte, en Nüremberg. A él se debió una primera clasificación de las plantas en función de sus flores y frutos. Solamente pudo publicar Enchiridion historiae plantarum y el Catalogus plantarum  en cuatro idiomas.

En 1545 publicó la ya mencionada Bibliotheca universalis, que fue  un catálogo en latín, griego y hebreo de unos 1 800 escritores que habían vivido hasta la fecha, con los títulos de sus obras. Una segunda parte Pandectarium sive partitionum universalium Conradi Gesneri Ligurini libri XXI, apareció en 1548, de la que únicamente había concluido 19 libros. Este suele ser considerado por la crítica como el “primer sistema de clasificación bibliográfica”. El último, una enciclopedia sobre teología, fue publicado en 1549, pero el dedicado a la medicina, nunca fue terminado.

Gesner escribió en 1555 su libro titulado Mithridates: de differentiis linguarum veterum, tum quae hodie apud diversas nationes… del cual se conserva un ejemplar de su edición príncipe en la Colección de Fondos Raros y Valiosos de la BNCJM, impreso igualmente por Freschover en Zürich, que resulta un recuento de 130 lenguas conocidas,  con una plegaria llevada a 22 lenguas.

En ese año Gesner publicó una narración de su excursión al pico Gnepfstein: Descriptio Montis Fracti sive Montis Pilati, fruto de su amor por las montañas, en las que solía recoger muestras; y en 1556 apareció su edición de trabajos del autor latino Claudius Aelianus (c.175-c.235) dedicado a la caracterización de animales.

Conradi Gesneri medici tigurini  Historia animalium liber IIII: qui est de piscis &  aquatilium animantium natura…  -- Tiguri: Apud Christoph. Freschoverum, 1558. – [38], 1297 p.  : il.; 39 cm.      

Brunet ratifica que se trata de la edición príncipe de una gran obra, a lo que añade que esa gran compilación es el libro mejor y más completo que existe sobre zoología general, y que la presente edición es la más bella y estimada, pero que es difícil encontrar ejemplares completos.

En las fuentes estudiadas se señala que resultó una monografía  muy consultada, que alcanzó una amplia popularidad, aunque se ponga en duda la validez de la totalidad de los conocimientos recogidos, debido a la diversidad de fuentes consultadas por Gesner, el cual mezclaba desde informaciones provenientes de autores de la Antigüedad, leyendas, relatos de navegantes, hasta llegar a las observaciones de los animales a los que tuvo acceso, y a los cuales sometió a un proceso de disección y detallada descripción. Se dice también que mantuvo una activa correspondencia con otros científicos que le suministraban información y nuevas piezas.

A partir de esa primera edición se produjeron otras obras derivadas de ella que no se enumerarán por no ser objeto de este trabajo. Baste saber que por su carácter de escritor protestante, la Historia de los animales fue incluida en el Índice de libros prohibidos por el papa Paulo IV. Si no era por una razón o por otra, ya se ha visto en entregas anteriores de “Tesoros” que en este siglo muchísimos títulos corrían la misma suerte, aunque ello no implicaba su eliminación total del mercado, al contrario, resultaban quizás por ello más atractivos.

Fue ilustrada con una gran cantidad de xilografías (grabados en madera), algunas de gran tamaño, y letras capitales, las que serán comentadas con lujo de detalles a lo largo de este artículo. La marca tipográfica merece destacarse, pues no siempre se valora su importancia por parte de los catalogadores como elemento de la portada que a simple vista permite identificar el taller de procedencia de un impreso. El editor Christopher Froshover combina en ella los elementos imprescindibles, esto es, su nombre con motivos alegóricos al tema del libro, en esta oportunidad se  incluyen batracios, propios de un tema sobre fauna. 

Aunque por lo general los grabados se disponen horizontalmente, en algunos casos aparecen colocados los animales de forma vertical, complementándose con texto el resto de la página, lo que otorga un toque novedoso al diseño de estas. El nombre de los grabadores resulta desconocido, aunque se sabe que destacados artistas colaboraron en ella y no se descarta que el propio Gesner aportara también sus dibujos.

Mucha de esta fauna marina ya es familiar para los lectores habituales de Librínsula, por ejemplo el raro pez volador que acompañaba a los navegantes que atravesaban el océano. Y al igual que en la obras citadas en la bibliografía, es inevitable la presencia de monstruos abominables, algunos copiados de estas mismas fuentes, muy similares o al parecer ideados a partir de las descripciones propias de los escritores fantasiosos que sin pisar América daban por sentado la veracidad de los relatos de viajeros, con todas sus truculencias, muy propias de un siglo en el que el mundo aún se estaba descubriendo y el desarrollo de la ciencia se encontraba en una fase incipiente, basándose mucho en relatos de autores antiguos.

Pueden verse por una parte las gigantescas serpientes marinas, devoradoras de hombres y destructoras de los navíos y otros peces feroces que ya son familiares pues abundan en las hojas de los impresos o salpican los mapas de aquel entonces.

Reiteramos la idea ya expresada anteriormente, solamente tenemos que imaginarnos a un lector crédulo, que consideraba que los océanos estaban plagados de tales bestias horrendas; verdaderamente debían ser muy valientes los marinos que se atrevían a subirse a una carabela para buscar tierras remotas, o quizás el afán de hallar oro en abundancia los hacía tan osados como para enfrentar los riesgos.

Preciosas formas de plasmar variedades de cetáceos causan asombro por el nivel de detalles que muestran, y a la vez por el alto grado de fantasía que predomina en ellas y así  una semeja una pieza de joyería, totalmente alejada del fotograbado que se reflejaría en una obra de los siglos XIX o XX para representar una ballena.

Sin embargo el cangrejo, por ser más familiar a los científicos europeos, es perfectamente reconocible.  Esta constante se repite en las obras de zoología y botánica del período renacentista; las copias más fieles son las de las muestras que se han visto y en la medida que se alejan en el tiempo o el espacio se distorsionan según el deseo del ilustrador.  

Feroces crustáceos son capaces de devorar seres humanos (ver en el plano superior el tamaño del hombre y de la especie de bogavante que lo tritura) e incluso otros monstruos de mayor tamaño, tales como la variedad de  “rinoceronte marino”.

Aparece en el libro una especie de sirena, o lamia, que por lo general no falta en estos impresos,  junto a un “sátiro marino”.

Otro ser espantoso difícil de encasillar en alguna especie conocida llega a causar risa al lector actual. Es el despliegue de imaginación al que ha venido acostumbrando al lector erudito la tradición proveniente de los manuscritos iluminados de los períodos monacal y laico. Variaron las técnicas pero las ideas fantasiosas se desbocaban hasta el infinito dejando una huella que luego perduró durante centurias, creando muchas veces problemas entre los censores y los creadores de tales engendros “diabólicos”.

La vaca marina, como su nombre indica, es representada por el ya familiar rumiante, incluidos sus cuernos, aunque se le añade una especie de barba; lástima que el ilustrador no se atreviera a completar la figura, pues habría que ver qué más le hubiera agregado.

La ya en Cuba popular claria o pez gato no falta en este ejemplar del siglo XVI con sus largos bigotes, especificándose en el pie de grabado que se trata de una variedad que habita en las lagunas.

Los reptiles son igualmente plasmados, algunos con mayor nivel de fidelidad, otros no tanto. Obsérvese aquí en la imagen del escinco cómo se hace la indicación de que ese lagarto está tomado del Rondelet, en otros casos menciona a Petrii Bellonii Cenomani (Pierre Belon, 1517-1564); a diferencia de muchos impresos del siglo, en esta edición sí se menciona la fuente de donde son tomados los materiales ilustrativos o los textos científicos.

Los hipopótamos se incluyen en la relación de animales estudiados. Como puede observarse los grabados son interesantes, y el segundo de ellos hasta bello, por cuanto hace referencia a un motivo clásico muy del gusto de los humanistas de este siglo.

   Incluye índices en varios idiomas que facilitan la localización de cada especie en hebreo, griego, latín, francés, español, alemán, inglés, húngaro, polaco, turco y árabe.  Pudiera pensarse que ese recurso informativo tan preciso se debe al afán de Conrad Gesner como especialista de facilitar el acceso a la mayor cantidad de información posible, en un momento en que muchos de los libros producidos en el mundo no contaban con listados de términos tan sofisticados, y en ocasiones con ninguno. Ahí hay un detalle, quizás no detectado en otras reseñas, del sentir de Gesner como bibliógrafo y antecesor por tanto de las sucesivas generaciones de compiladores de repertorios bibliográficos que como dignos sucesores fueron elevando el nivel de perfección de sus producciones.

Claro está que para ello necesitaba apoyarse en una editorial que garantizara la calidad tipográfica en lo que respecta a la variedad de tipos a emplear, de diferentes alfabetos   –no olvidar que se está hablando de un libro antiguo en el período de la etapa de la imprenta manual–, al diseño de las páginas combinando letras capitales, grabados en diferentes tamaños, posiciones, que convierten el volumen que tenemos a la mano en algo que se sale de la media establecida para ese momento de la historia del libro. 

Restaurado y encuadernado en media piel carmelita en el Departamento de Conservación de la institución, el ejemplar de la BNCJM conserva huellas de picaduras y algunas rasgaduras que fueron rellenadas con pulpa de papel para garantizar su lectura sin desgarraduras adicionales en las hojas.

Una vez más se presenta ante nuestra vista una pieza muy famosa desde el punto de vista científico, de un autor de renombre, al cual además de Padre de la Bibliografía se le llamó también Padre de la Zoología, por la valiosa recopilación que llevó a cabo de todo el saber en esa disciplina hasta el decimosexto siglo, acompañada de una iconografía, la cual en ocasiones es fiel al original y en otras francamente divertida. Es por ello que se insiste en que aquel que vea un libro antiguo como un objeto lejano en el tiempo, aburrido y apto sólo para ser guardado sin contemplarlo en toda su riqueza, se equivoca totalmente. 

El investigador o simplemente el lector interesado en temas científicos nunca se cansará de voltear las páginas de estos impresos, con la seguridad de que no saldrá frustrado si está en busca de sorpresas.  De ahí que cada día se reafirma la idea de que una obra no divulgada está condenada al olvido, sin embargo, todo libro dado a conocer acrecienta el respeto de un pueblo amante de la cultura hacia estas joyas de valor patrimonial y lo incitará a continuar leyendo sobre el tema y sobre ese título en particular en la bibliografía que esté a su alcance.



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