Noticias

Buscar noticia

Mes
Año
Término de búsqueda

Foto de Concurso Leer a Martí 1998. Leo a Martí

Concurso Leer a Martí 1998. Leo a Martí

5/12/2020
Por: Jessica Álvarez Bellas, Biblioteca Nacional José Martí

Lean que bonito relato hizo un niño con tan solo 12 años estando en 8vo grado y de la provincia de Villa Clara, fue ganador del Concurso Leer a Martí en el año 1998

Mamá y yo leemos a Martí

Rafael Quintero Medina

Cuando descubrí a Martí, era tan pequeño que de él tan solo me llegaba su imagen de lirio entre rosas blancas; yo entonces apenas gateaba. Un día me erguí, llegaron las vocales: a, e, i, o, u, y con ellas, en marcha, todo un abecedario que fue creando palabras. Y entonces, Martí, ya no fue una imagen, se vistió de largo mi razón, y lo 1.º que leí, así, de un tirón, fue Hanábana, yo, como él, ya entraba en los 9 años:

´´ ¿Y los negros? ¿Quién que ha visto azotar a un negro no se considera para siempre su deudor? Yo lo vi, lo vi cuando era niño, y todavía no se me ha apagado en las mejillas la vergüenza (… Yo lo vi, y me juré desde entonces a su defensa.

Richard, es el nombre de mi amigo negro, un día le dije que Martí también había pensado en él, se sonrió, ´´ ¿Martí? –me dijo-, ¿en mí?

Mientras me daba un trocito de pan, entonces, recordé que a Richard no le gustaba leer. Comencé a contarle, y se vinieron de golpe los versos del Apóstol, su poesía de símbolos en armonía: ´´Tiene el leopardo, un amigo -No, Richard, es así:

Tiene el leopardo un abrigo

En su monte seco y pardo:

Yo tengo más que el leopardo,

Porque tengo un buen amigo.

Versos sencillos, versos libres, guerreros del héroe, que leo sin cesar, descansan sobre mi almohada. Los he leído en libros, en revistas, en paredes y muros, los he leído en el aula, en la biblioteca, en casa. Los he leído, y los he recordado cuando junto a mamá caminaba por los jardines de El Abra, o cuando bajé las escaleras del museo del presidio, allá en la Isla de la Juventud.

Mamá me enseñó que leer a Martí es aprender, y yo busqué. Descubrí La Edad de Oro y en el museo de mi ciudad supe sobre el periódico Patria. Un día, mamá se fue, otro me dijo: ´´Hay que leer´´, y yo corrí a la biblioteca, escogí el tomo 20 y el 16, de sus obras completas y se las llevé. Leímos juntos, Ismaelillo despertó mis sueños, las cartas sorprendieron mi niñez. Mis 12 años se abrieron al Apóstol y con él a su obra, su vida.

Mamá y yo comenzamos a andar juntos, ya Martí no es una imagen, sigue de lirio, eso sí, pero es un hombre que cada jueves me sorprende con nuevo libro, porque yo leo a Martí, no solo en las obras que no dejó, no.

Mamá y yo leemos a Martí en la bandera tricolor, en su estrella solitaria, en las palabras de Fidel, en la vida cotidiana, porque cuando se lea libertad, patria, hombre, mujer, niño… cuando se lea amor, amistad, sinceridad; cuando se lea sobre valores morales y humanos, hay que leer a Martí, hay que sentirlo aquí, deletreando cada página; eso se llama vigencia, eso es presencia soberana.

No quiero correr, porque leer a Martí es estudiar, es formarse, es conquistar horizontes, no puedo correr, y voy despacio. Cuando leo a Martí, siempre me acompaña un diccionario, y crece mi vocabulario, mi ortografía mejora, crezco, van siendo más firmes mis pasos. Lo siento presente, soldado incansable, guerrero eterno. Bajo su pluma pasaron hechos, personas, lugares, ciencia, técnica, política, tierras, tradiciones, cultura, pintura, arte vivo, historia real; por eso, cuando leo a Martí es como un viaje en el tiempo y el espacio, donde puedo alcanzar cada límite, y su sombra es luz que indica, que dirige, que orienta. Sin temor le sigo, y mamá conmigo, juntos, inseparables.

No hay miedo, no existe el temor al mañana. Tenemos la esperanza en la mano, repleta de rosas blancas, y a las puertas de un nuevo siglo, Martí nos acompaña, a la vuelta de la esquina nos sorprende su palabra.

Llega la brisa y el tiempo pasa, mamá vuelve; y ahora sé que nunca se marcha.

En las tardes sobre el jardín de la casa, mamá y yo leemos a Martí.