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120 Aniversario BNCJM- Homenaje a Alejo Carpentier.Grande y sencillo
26/12/2020
Por: Araceli García Carranza, Biblioteca Nacional José Martí
En julio de 1959 Alejo Carpentier regresa definitivamente a Cuba, después de 14 años de intenso trabajo en Venezuela (1945-1959) y de inmediato estrecha relaciones con la Biblioteca Nacional de Cuba dirigida por la doctora María Teresa Freyre de Andrade (con quien tenía amistad desde los años treinta en París) y con su subdirectora, doctora Maruja Iglesias. Desde entonces Carpentier apoya la promoción y extensión de la Biblioteca. El archivo fotográfico de la Biblioteca Nacional José Martí lo confirma si hojeamos sus álbumes a partir de 1959. De este año y en su Colección atesorada por la Biblioteca Nacional de Cuba aparece carnet de usuario del Depto. Circulante, creado a fines de 1959 por la Dra. Freyre e inaugurado por el Presidente Osvaldo Dorticós Torrado.
Del primer jurado del Premio Casa de las Américas (febrero, 1960), los novelistas Miguel Angel Asturias y Carlos Fuentes pronunciaron sendas conferencias en nuestro Salón de actos, por sólo mencionar algunas personalidades que Carpentier lleva y presenta en nuestra institución.
De su participación directa como conferencista recuerdo “Verdad y ficción en El siglo de las luces”, charla que nos ofreciera el 9 de diciembre de 1963. En esta conferencia hizo un recuento de la forja de esta prodigiosa novela. La imagen de su presencia se repite en nuestra historia gráfica de los 60 y exactamente en 1966 antes de cumplir su misión diplomática en Francia como Ministro Consejero de la Embajada de Cuba, la Biblioteca le rinde especial homenaje con motivo de sus 45 años de vida intelectual. A propósito del mismo es publicado un primer catálogo bibliográfico, de 2000 ejemplares, prologado por la doctora Graziella Pogolotti y compilado por la doctora Marina Atía.
Este bellísimo catálogo, previa consulta con el propio Carpentier, se organiza por secciones de acuerdo con la publicación de sus obras hasta mediados de los años 60. En cada sección aparece, en primer lugar, y en orden cronológico la primera edición de cada obra, y bajo esta información las ediciones y traducciones correspondientes, seguidas de las bibliografías pasivas o secundarias o críticas. En el caso de El siglo de las luces (1962) se añadieron fuentes consultadas y estudiadas por Carpentier antes de escribir esta espléndida novela. De una de estas fuentes exactamente de la obra de J. G. Stedman Viaje a Surinam y al interior de la Guinea publicada en París en 1802 se utilizaron la mayor parte de las ilustraciones para este catálogo, además de los grabados de Boloña (s. XIX), y las fotos de Paolo Gasparini seleccionados por el diseñador José M. Villa. Esta obra bibliográfica, ya rara y/o valiosa apoyó una preciosa exposición que se inauguró el 30 de noviembre de 1966, en la hoy Galería “El reino de este mundo” de la Biblioteca Nacional.
En esta misma Galería se inauguraría el 3 de noviembre de 1999 la Exposición Flora Carpenteriana del pintor de la naturaleza, el guantanamero Jorge Duporté. El artista se inspira en las descripciones de la naturaleza, en especial la flora, que aparecen en las novelas de A. C. e interpola textos al respecto.
Con estos antecedentes a mediados de 1972, en carta fechada el 10 de julio de ese año le escribo a Carpentier a Francia y le informo que el director de la Biblioteca Nacional José Martí, el poeta y crítico Luis Suardíaz, había autorizado que yo continuara la compilación de su obra. La respuesta a mi carta fue inmediata, y Carpentier me ofrece todo su apoyo. A partir de entonces me envía cuanto ejemplar de su obra se publicara en el extranjero. Así iniciamos una correspondencia de acuses de recibo, y de preguntas y respuestas de ambas partes.
Un año más tarde, en el verano de 1973, Carpentier y su esposa Lilia Esteban visitan la Biblioteca Nacional, y así, cada verano, lo harían hasta muy avanzada la década de los 70. En la visita inicial, ya quedaría concertado el primer donativo de su papelería con la doctora María Lastayo, admirable e inolvidable jefa de Selección y Adquisición de la Biblioteca por esos años, entrañable amiga de los Carpentier. En su propia casa el autor de El reino de este mundo nos llenó cajas con manuscritos, recortes, impresos y fotografías con una sencillez maravillosa, y nos confesó que había decidido que toda su papelería permaneciera para siempre en la Biblioteca Nacional de Cuba.
Posteriormente en 1977, lo ratificaría en carta dirigida al señor Howard G. Gotlieb, director de colecciones especiales de la Universidad de Boston que desde 1971 se interesaba porque Carpentier depositara su papelería en tan prestigiosa institución. Esta carta prueba la voluntad del gran novelista quien depositara en vida, su obra, en el tesoro de la nación a la cual debió la conciencia de su ser. En ella expresa:
Soy cubano y como tal, a pesar de que mucho me hubiese
halagado haber donado mis manuscritos y documentos a la
Biblioteca de Boston, los he dado ya a la Biblioteca Nacional José
Martí, de Cuba.
Y no solamente he dado mis apuntes, notas, manuscritos, sino
documentos inconográficos: fotografías, retratos; y referencias
críticas y periodísticas.
Soy cubano, y como tal quise que toda documentación relativa a
mi vida y obra que pueda solicitar un estudioso se encuentre
en la Biblioteca Nacional de Cuba.
Por lo tanto, cuando algún estudiante se dirija a esa Biblioteca, en
busca de datos acerca de mí, le ruego que le haga saber dónde
se hallan las fuentes más completas de una información que
incluye, además los manuscritos de dos novelas inéditas...
... y que no llegué nunca a publicar por haberlas juzgado como
fallidas en su planteamiento estructural.
Se refería a El clan disperso y a El año 59. La primera de estas novelas habría de evocar la época de creación y actividades del Grupo Minorista, y algunos elementos de la misma pasaron, casi textualmente, a distintos pasajes de El siglo de las luces y de El recurso del método; su primer capítulo, titulado “La conjura de Parsifal” fue publicado por la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí (1975). Fragmentos de El año 59 fueron publicados en la revista Casa de las Américas (1964) y en la revista Bohemia (1965); en esta última bajo el título “Los convidados de plata”
De manera que, paralelo al trabajo bibliográfico, confeccioné un catálogo de manuscritos, recortes, revistas dedicadas íntegramente a Carpentier, impresos y fotografías, aún no publicado. Este inmenso donativo que durante casi una década harían crecer Alejo y Lilia se convertiría en una de las más valiosas y millonarias colecciones que integra actualmente nuestro patrimonio bibliográfico nacional (colección que enriquece Lilia Esteban de Carpentier desde 1980 hasta el año 2007 , fecha de su fallecimiento)
Este catálogo diccionario de consulta reservada permite la recuperación de la información por autor, título y materias.
Aparte confeccioné pequeños catálogos topográficos, catálogos que como su nombre indica, responden al orden de ubicación de los documentos en el almacén, y por medio de ellos, en un momento dado, es dable recuperar de esta manera todos las fotos, o todas las revistas, o todos los manuscritos, de la Colección, etc.
Paralelo a este trabajo realicé la Biobibliografía con descripciones de fuentes impresas, esta obra fue publicada en 1984 por Letras Cubanas y posteriormente suplementada en 1989 y 1999. De manera que el estudioso cuenta con aproximadamente 10, 000 fichas para el estudio de la vida y la obra de A. C.
La organización de esta colección, impresa y no impresa, nos abrió puertas al descubrir la inmensa bibliografía utilizada por Carpentier cuando escribiera cada una de sus grandes novelas. Carpentier crea, recrea, adapta, y vuelve sobre sus primeras ideas hasta convertirse en fuente de sí mismo. Y, mientras donaba sus papeles y recortes a la Biblioteca Nacional y recibía en préstamo la obra de Mariano Picón Salas, o de Arturo Uslar Pietri, y un día muy apurado me dijera que iba a Regla a visitar la casa de Lidia y Clodomira, recuerdo que me pidió le compilara bibliografías selectivas sobre el 10 de marzo de 1952 (golpe de Estado de Fulgencio Batista); el 26 de julio de 1953 (asalto al Cuartel Moncada); el 2 de diciembre de 1956 (desembarco del Granma); el 17 de enero de 1957 (suspensión de garantías constitucionales); el 13 de marzo de 1957 (asalto al Palacio Presidencial); el 20 de abril de 1957 (huelga general); el 1 de enero de 1959 (triunfo de la Revolución); y sobre el juego controlado por la mafia en algunos hoteles de lujo de La Habana en la década del 50.
Estas bibliografías son transformadas en materia narrativa, política y épica en La consagración de la primavera.
Caso extraordinario dentro de la novelística pues la búsqueda bibliográfica, la árida búsqueda bibliográfica se injerta, se transforma, y se intertextualiza en una gran novela.
Estas compilaciones fueron selectivas porque a Carpentier sólo le interesaba la información más impactante de la época, los titulares de primera página, los leads en el lenguaje periodístico.
Posteriormente al donar Lilia a la Biblioteca Nacional los originales de La consagración de la primavera, entre capítulos escritos a mano y a máquina, aparecían los mecanuscritos de estas bibliografías cuya utilización ya yo había descubierto cuando recién publicada La consagración... (1978) leí en los capítulos correspondientes el uso intertextual de los leads.
La tarea bibliográfica emprendida no ha dependido sólo de la organización de una inmensa Colección, ni de la descripción y el análisis que ha requerido la creación de repertorios bibliográficos, también la demanda me ha exigido, de tal manera, que he creado otros repertorios bibliográfico críticos que sirven al estudioso como hilos conductores, así por ejemplo la presencia de España, de México, de nuestra América y de la vanguardia en la obra de Alejo Carpentier independientemente del inagotable tema sobre la bibliografía utilizada por Carpentier en cada una de sus grandes novelas.
Pero ¿cómo era y cómo recuerdo a Alejo Carpentier? De grandeza intelectual incomparable, capaz, de manejar su inmensa erudición con amenidad y sin vanidad, y siempre orgulloso de ser cubano. Su entrañable amor a Cuba estuvo muy por encima de su empeño de ser escritor, como declarara en una entrevista.
Por excepción fui testigo de otra de sus muestras de sencillez y amor a Cuba: su alegría era evidente si uno de sus alumnos de la Universidad de La Habana al verlo lo saludaba en mi cubículo, o en la Sala Cubana de la Biblioteca Nacional. Recuerdo, entre otros, su entrañable encuentro con la historiadora Olga Cabrera. En la papelería que atesora la Biblioteca Nacional aparecen sus charlas y notas de clases sobre historia de la cultura impartidas en la Universidad de La Habana a los entonces futuros licenciados en Historia (curso 1962-1963). Fueron sus alumnos entre otros, Pedro Pablo Rodríguez, Leyda Oquendo y Carlos del Toro.
Como usuario o lector no resultaba difícil servirlo, pues, sabía lo que quería, y en cuanto a su erudición esta no era aplastante, sabía transmitir la solidez de sus conocimientos, porque era un maestro, verdadero “evangelio vivo”, y era además el más ameno de los conversadores.
Siempre traté de no interrumpirlo para no cometer un crimen de lesa humanidad. Ejercía el magisterio con fácil expresión y sólida enjundia, era un conversador delicioso e inagotable a quien se podía oír durante horas enhebrar recuerdos y anécdotas.
Prueba de ello son los documentales que le filmara Héctor Veitía en 1974: Carpentier habla de La Habana, Carpentier habla de su novelística, Carpentier habla de la música, y Carpentier habla del surrealismo. Los guiones de estos documentales aparecen en su libro Conferencias, compilado por V. López Lemus y publicado por Ed. Letras Cubanas en 1987.
Bondadoso, afable, de trato natural y muy cubano, en ocasiones por no saber que iba a la Biblioteca Nacional yo no estaba en la puerta, y me buscaba como cualquier otro usuario en los pasillos de nuestra querida institución.
Recuerdo una ocasión, precisamente cuando su 70 aniversario, que bajé casualmente al primer piso de la Biblioteca y me encontré con el autor de El siglo de las luces, quien estaba viendo la exposición que sobre su vida y obra habíamos montado en el vestíbulo para homenajearlo, y al dirigirme a él le pregunté “Por qué no me avisó de su visita?” Y me dijo: “Hija, si ya he venido varias veces, por lo que me gusta esta exposición, y te aseguro que no es vanidad, sino que es estar contento con lo que he hecho”
Cinco años después lo volvimos a homenajear con otra hermosa exposición en los salones de la BN, con motivo de 75° aniversario, pero esta vez ya no pudo asistir. Corría el mes de diciembre de 1979, Carpentier moriría el 24 de abril de 1980.
Todos los que tratamos a Carpentier sabemos que nadie estuvo más alejado de la pedantería intelectual y de las falsas vanidades.
Sencillez, grandeza y maestría caracterizaron a este hombre excepcional, uno de los máximos artífices de la prosa castellana contemporánea quien supo elevar la historia a un rango poético, ya que todo cuanto escribió lo hizo contando con la historia. Por eso su obra posee la calidad de lo verdadero y de lo vivo.
Parafraseando su “Cervantes en el alba de hoy”, discurso pronunciado al recibir el Premio Miguel de Cervantes Saavedra, quiero decir que ese Alejo, grande y sencillo, como lo calificara Reneé Méndez Capote, fue y será un Cervantes en el alba de siempre, y en el alba de todos los tiempos.
Nota: actualmente la colección Carpentier está depositada en la Fundación que lleva su nombre, allí se enriqueció con su biblioteca personal, su correspondencia y otros documentos que aparecieron en esta institución, situada en la casa donde vivió en Cuba. Esta fundación es presidida por la muy prestigiosa Dra. Graziella Pogolotti.