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Homenaje.24 de febrero de 1895: inicio de una guerra necesaria:
24/2/2022
Por: José Antonio Doll Pérez, Biblioteca Nacional José Martí
A principios de 1895 había en Cuba un ambiente evidentemente insurreccional. En los años 1893 y 1894, José Martí, el máximo e indiscutible organizador de esta gesta, recorrió varios países de América y ciudades de EUA, para unir a los principales jefes de la Guerra de los Diez Años, y entre ellos, y con los más jóvenes, además de acopiar recursos para la nueva contienda. Desde mediados de aquel último año aceleró los preparativos del llamado Plan de La Fernandina, con el cual pretendía promover una guerra corta, sin gran desgaste para los cubanos. El 1º de diciembre de 1894 redactó y firmó, conjuntamente con el mayor general José María (Mayía) Rodríguez, en representación de Máximo Gómez, y Enrique Collazo, en nombre de los patriotas de la Isla, el plan de alzamiento para Cuba, enviado a partir del 29 de enero de 1895.
El Plan de La Fernandina fue descubierto por las autoridades españolas y por consiguiente todo el material bélico y logístico acopiado fue incautado. A pesar del gran revés que ello significó, Martí decidió seguir adelante con los planes de pronunciamientos armados en la Isla, lo que fue apoyado por todos los principales jefes de las guerras anteriores y ese contratiempo, lejos de amilanar a los independentistas, levantó el espíritu revolucionario.
En todo este contexto, y pese al agravamiento de los males sociales, también estaban presentes condiciones subjetivas como la presencia de Martí como líder, una fuerza dirigente como la del Partido Revolucionario Cubano, y una elevada conciencia de las masas que mantuvieron sus ideales independentistas.
La guerra estalló el 24 de febrero de 1895, y aunque muchos historiadores aseguran que su inicio fue en el poblado de Baire – de ahí que frecuentemente se le recuerde como Grito de Baire -, otros no pocos expertos aseveran que el alzamiento ocurrió de manera simultánea en varios puntos de la geografía nacional, y fundamentalmente en la antigua provincia de Oriente. Incluso, la historiadora Hortensia Pichardo Viñals lo calificó justamente como “Grito de Oriente”.
Previo a esta fecha, y ya recibida la orden de alzamiento por el delegado del Partido Revolucionario Cubano en Cuba, Juan Gualberto Gómez, el joven estudiante Juan Tranquilino Latapier partió rumbo a Oriente a encontrarse con el mayor general Guillermo Moncada, con la precisa advertencia de que sólo después de obtener la conformidad de este último, podía trasladarse a Manzanillo para ver al también mayor general Bartolomé Masó. Finalmente, regresó a la capital con la aceptación de los dos jefes orientales y una interesante propuesta de Quintín Bandera: la de fijar como fecha de alzamiento el 24 de febrero, primer domingo de carnaval.
Los jefes cubanos, días antes de la fecha fijada, abandonaron sus casas para no ser localizados por las autoridades españolas, y tenemos los casos del bravo Guillermón, que, gravemente enfermo de tuberculosis contraída en las lóbregas celdas del entonces cuartel Reina Mercedes, burló la vigilancia española montado en una mula y se dirigió al poblado de Auras, donde se hospedó en casa de un patriota. En la mañana del propio día 24, dejó su refugio y con un grupo de seguidores, acampó en la loma de La Lombriz, Alto Songo. Por su parte, en su finca Colmenar de Bayate, cerca de Manzanillo, Bartolomé Masó izó la bandera de la estrella solitaria y estableció allí un campamento mambí.
Ochenta insurrectos se alzaron en Yara y entraron a punta de machete en el poblado donde hicieron acopio de armas. Cerca de Bayamo se levantaron Joaquín Estrada Castillo, en su finca El Mogote; Esteban Tamayo Tamayo, en Vega de la Piña, con 80 hombres, y José Manuel Capote Sosa, en San Diego, con 40 hombres armados.
Pedro Agustín (Periquito) Pérez tenía instrucciones precisas del mayor general Antonio Maceo de controlar con su gente la costa sur de la jurisdicción de Guantánamo, con vistas a las expediciones que debían desembarcar por allí. Finalmente recibió órdenes de Guillermón de poner en pie de guerra a la tierra del Guaso, lo que cumplió pronunciándose en Matabajo, mientras Emilio Giró Odio lo secundaba en La Confianza con otro grupo de patriotas. Horas después, el joven Enrique Tudela y 12 valientes mal armados tomaron el fortín de Hatibonico y se apoderaron de armas y municiones, lo que constituyó la primera victoria de las fuerzas cubanas en la guerra recién comenzada.
Al mediodía del propio 24, Victoriano Garzón abandonó Santiago de Cuba con un grupo independentista y montó campamento cerca de la ciudad, en la finca San Esteban. Alfonso Goulet, de sólo 30 años y que alcanzaría el grado de general de brigada (caído en el combate de Peralejo el 13 de julio siguiente), también cumpliendo órdenes de Guillermón, sublevó al poblado de El Cobre. Quintín Bandera y varios hombres armados acamparon cerca de San Luis. Por su parte, Saturnino Lora reunió en la tarde a sus compañeros en el Puente de la Herrería, y al frente de ellos marchó hacia la plaza de Baire, donde se proclamó la rebeldía, y avisó a Fernando Cutiño Zamora y los patriotas de Jiguaní. En este último pueblo, este último y José Reyes Arencibia, y un reducido grupo, entraron ya casi al anochecer, y permanecieron allí hasta cerca de las nueve de la noche, partiendo a Baire.
Lamentablemente, en el Occidente los alzamientos de Ibarra, Jagüey Grande y Aguada de Pasajeros resultaron a la postre fallidos, y se produjo la detención de Juan Gualberto Gómez y Antonio López Coloma (quien resultaría fusilado en La Habana en noviembre de 1896), entre otros infortunados jefes patriotas. Iba a encabezar el primero de estos alzamientos el mayor general Julio Sanguily, cuya actitud controvertida hoy levanta muchas suspicacias entre los historiadores e incluso algunos lo tildan de traidor a la Patria. Inexplicablemente, Sanguily se dejó detener en La Habana por las autoridades españolas en la mañana del día 24. Otro complotado, Manuel García, el llamado “Rey de los Campos de Cuba”, fue asesinado misteriosamente en esa propia mañana, cuando pretendía alzarse al frente de un grupo armado, en Ceiba Mocha.
Así resulta el 24 de febrero, día de lucha, de entrega al suelo patrio, de altruismo y defensa de la tierra que nos vio nacer, de ahí que constituya una fecha crecida por la historia, y que sigue siendo un vigente llamado, a 127 años de haberse producido como continuidad de la Guerra de los Diez Años, por la defensa de la soberanía, hermanado a la lucha antimperialista, por la comprobada convicción de que la anexión a los EUA negaría a la nación y significaría perder la Patria.
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