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Correo desde la Isla de Dignidad. México y Cuba un saludo al 210 Aniversario del eterno Grito de Dolores
16/9/2020
Por: Eloisa M. Carreras Varona , Biblioteca Nacional José Martí
México y Cuba comparten algo más que una cercanía geográfica, historias convergentes, identidades entrelazadas, pueblos afines en sensibilidad, México y Cuba se han mostrado recíprocamente solidarios desde los tiempos en que ambas naciones se forjaron. No olvidemos que el mayor poeta romántico de Cuba, José María Heredia, escribió una de sus páginas líricas más hermosas ante la visión deslumbrante del Teocalli de Cholula.
José Martí, el más grande de todos los cubanos, vivió en México y se llegó a sentir mexicano. Al caer en combate el 19 de mayo de 1895, guardaba entre sus pertenencias una carta inconclusa para Manuel Mercado, su entrañable amigo mexicano, ese texto que se considera uno de los textos más previsores de su estatura política. Sólo alguien que sentía a México con la intensidad de Martí, pudo escribir estas líneas en 1894: “¡Oh, México querido! ¡Oh, México adorado! Oye el clamor de un hijo tuyo que no nació de ti. Por el Norte, un vecino avieso se cuaja (…) Tú te ordenarás; tú entenderás, tú te guiarás; yo habré muerto, oh México, por defenderte y amarte, pero si tus manos flaqueasen y no fueras digno de tu deber continental, yo lloraría, debajo de la tierra, con lágrimas que serán luego vetas de hierro -como un hijo clavado a su ataúd, que ve que un gusano le corroe a la madre las entrañas”.
Se debe afirmar que, en este recuento de amor se debe subrayar muy especialmente la afinidad cultural, histórica y familiar entre Yucatán y Cuba, la cual se halla en el sustrato mismo de esa relación, formando parte importante de los estrechos vínculos entre México y Cuba, por eso, bien conocemos que no es posible escribir la historia de Cuba sin mencionar a México y viceversa.
Como hemos afirmado en otras ocasiones, en el caso de nuestra patria, se juntan en el tiempo y en los hechos los hombres que forjaron la cultura con los hombres que forjaron la nación; por eso se produce de este modo, una sorprendente coincidencia entre Cultura y Patria, permitiéndonos desde entonces asegurar que, en Cuba, la cultura es el escudo de la nación.
Debemos recordar, además, que en las hermosas tierras yucatecas, los cubanos tenemos sembradas profundas raíces que proceden y descienden de un tronco de raíz martiana y cubana, desde las villaclareñas tierras de Remedios, al centro de Cuba, desde donde a mediados del siglo XIX emigró hacia Yucatán, el patriota cubano Don Rodolfo Menéndez de la Peña, considerado el Padre de la Educación Yucateca, el hombre que recibió a Martí en la playa de Progreso, y lo acompañó durante su estancia en aquellas tierras, porque Don Rodolfo siempre fue un hombre comprometido con la independencia de Cuba en los años de la Guerra Necesaria.
Más de cien años después podríamos decirle al Apóstol cubano: México y su tradición iberoamericana se han mantenido firmes a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI, Cuba es testigo excepcional y beneficiario de esa firmeza.
En el pasado siglo XX, México fue el hogar para los cubanos que lucharon por la libertad definitiva de nuestra Patria. Julio Antonio Mella, líder de la lucha contra la tiranía machadista, vivió y fue baleado en esta ciudad por un sicario del sátrapa que quiso matar a un ejemplo y sólo consiguió hacer nacer a un símbolo.
Nicolás Guillén, Juan Marinello y otros valiosos intelectuales cubanos encontraron en las hermanas tierras de México, fuentes de estudio, superación, inspiración y entrega en momentos difíciles para su labor en Cuba. Alejo Carpentier se relacionó a esta generosa tierra por la vía editorial, a punto tal que casi todas sus obras fueron publicadas allí como primicias.
Después de salir de la prisión, a la que fue confinado tras el asalto al Cuartel Moncada, Fidel Castro emigró a México, donde organizó la expedición del yate Granma, que marcó el reinicio de nuestra gesta de liberación; fue en México donde se conocieron Fidel y el Che Guevara y puede decirse que desde entonces comenzó la leyenda de uno de los paradigmas éticos de este siglo.
México nunca le ha fallado a Cuba, como Cuba tampoco le fallará a México. Esta nación fue la única honrosa excepción ante el aislamiento que desde el Norte dictaron contra Cuba en los años 60. Los cubanos no olvidaremos jamás que, en los días de la agresión por Playa Girón, el presidente Lázaro Cárdenas pidió empuñar un fusil para defendernos. Ante poderosas presiones externas, México se mantuvo firme en el convite para que nuestro país concurriera a la cita inaugural de las Cumbres Iberoamericanas ¿No son acaso estas razones suficientes como para agradecer una larga historia de fraternidad verdadera entre dos pueblos hermanos?
Muchos mexicanos y cubanos confiamos cada vez más, en el papel de la educación y la cultura en la definición de los desafíos que se nos presentan por delante. Nuestros pueblos conocen que, sin una verdadera espiritualidad, una cultura ética, una fertilización real de los caminos de la universalidad, que haga del progreso material una premisa y no una fuente de lujo y enriquecimiento, la civilización peligra en su totalidad. Los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, los más caros anhelos de la Edad Moderna, sólo pueden concretarse a través de la genuina universalidad, una opción ética y un compromiso por la justicia.
Ante los hermanos mexicanos venimos con el amor de nuestra isla que les sabe leales y firmes y que brinda a su vez lealtad y firmeza. Con Martí les decimos: “¡Señor: como los guerreros de manto y penacho de diversos climas se juntaban al pie del ahuehuete, a jurar a su ley al árbitro imperial, las Repúblicas agradecidas de América ─en este caso Cuba─, con palmas invisibles y flores selladas con el corazón, se juntan alrededor de la bandera mexicana!”
¡Viva México!
¡Viva Miguel Hidalgo y Costilla!
¡Viva Benito Juárez!
¡Viva la patria de Benito Juárez!
¡Vivan los héroes independentistas de la patria mexicana!