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Correo desde la Isla de la Dignidad. Homenaje a Cintio Vitier
19/9/2020
Por: Eloisa M. Carreras Varona , Biblioteca Nacional José Martí
Por largo tiempo tuve el privilegio de compartir una intensa labor intelectual con Armando, fruto de la cual nacieron varios textos que juntos escribimos y que en su momento fueron publicados por nuestro entrañable amigo, el periodista Mario R. Menéndez, en los diarios Por Esto de Yucatán, México. El conjunto de estos escritos formó parte de dos libros dedicados a la juventud cubana editados con posterioridad por la Editorial Abril.
Como este 25 de septiembre se cumplirá el 99 Aniversario del natalicio del insigne intelectual cubano Cintio Vitier Bolaños, para rendir homenaje a su memoria comparto este trabajo de septiembre del 2011; porque como aquí se afirma “lo más urgente e importante para tratar en el debate actual, sigue siendo el tema de lo moral, lo ético y sus relaciones con la política práctica; porque estas ideas tienen un enorme significado para el momento que vivimos, coyuntura en la que es tan importante hacer triunfar la ética y la integralidad en el pensamiento nacional, lo que nos ayudará a enrumbar definitivamente nuestro genuino camino al socialismo”.
El Maestro Cintio Vitier Bolaños y su acrisolada dignidad
Cuando hablamos de la identidad entre ética, cultura y política en Cuba, sin dudas que estamos pensando en los forjadores de la educación cubana: Félix Varela, José de la Luz y Caballero, José Martí y Enrique José Varona, pero también estamos pensando en la pléyade de pensadores de primera línea, que crearon y lucharon en el pasado siglo XX, tales como Juan Gualberto Gómez, Manuel Sanguily, Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, Medardo Vitier, Antonio Guiteras, Pablo de la Torriente Brau, Eduardo Chibás, Rafael García Bárcena, Raúl Roa, Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez, Fernando Ortiz, Emilio Roig, José Lezama Lima, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén y tantos otros. Ellos son ejemplos representativos de intelectuales comprometidos con su pueblo y con su patria en el campo de la política y las ideas durante el siglo XX.
No olvidamos que en la década de 1950, también lo fueron Raúl Gómez García, el poeta de la Generación del Centenario, los hermanos Luis y Sergio Saíz Montes de Oca, quienes dejaron escrita con sangre su más extraordinaria creación el 13 de agosto de 1958; Frank País, quien sentía felicidad al enseñar Historia de Cuba a los niños y un día dejó las aulas para hacer la historia y, por supuesto, que lo eran también en aquella década los miembros del Grupo Orígenes y de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, quienes constituyeron los núcleos fundamentales de la intelectualidad cubana de mediados de ese siglo.
En el prólogo a la primera edición de la Geografía de Antonio Núñez Jiménez —otro representante de esta hermosa tradición— la que fue publicada después del triunfo de la Revolución en 1959, su autor afirmó que la genuina pasión por el conocimiento no es patrimonio de los frívolos que no sienten el drama de la vida, sino que sólo alienta a los que se deciden por el esfuerzo y el sacrificio que lleva en sí toda gran empresa humana y Cintio Vitier, excelsa figura a quien dedicamos esta página, se halla, con personalidad propia, entre estos últimos.
Desde luego, hay otra relación de personajes que simbolizan lo peor de la subconciencia histórica cubana, algunos que encarnaron la traición, la división y el crimen, pero ellos en nuestra opinión, no representan, en modo alguno, la tradición intelectual de la nación.
Ese vínculo indisoluble entre ética, cultura y política que Cintio ejemplifica, constituye el corazón mismo de la mejor historia espiritual cubana. Ella tiene como elemento esencial la coherencia entre el pensar y el actuar. Esta identidad es posible cuando se tiene como vocación fundamental la justicia y cuando se sitúa a esta última como categoría principal de la cultura. Una tergiversación de la cultura ha venido alejándola de la idea de la justicia por medio de la confusión y el engaño, la violencia y otras formas de actuación.
Se nos dice que la crisis moral de los tiempos que corren sólo es comparable, por su magnitud y profundidad a la de hace más de mil quinientos años, cuando el desplomó del Imperio Romano. En efecto, en un mundo donde existe un gran y muy peligroso déficit moral, debemos dar a conocer las enseñanzas de la tradición espiritual e intelectual cubana. Por eso Cintio y con él, nuestra inolvidable Fina, constituyen un ejemplo que debemos exaltar, porque ellos no solo han estudiado con amor y promovido con talento y erudición esa cultura ética, sino que ambos personificaron la herencia martiana en grado superior, por su honestidad de conducta y de creación al servicio de su amada patria cubana.
En nuestros días, el debate sobre el tema de la ética sigue siendo, al igual que en los tiempos fundadores de Varela, Luz y Martí, el gran tema de la política cubana. Lo fue cuando el pueblo derribó la tiranía machadista y eliminó la Enmienda Platt de la Constitución. Lo fue, cuando frente a la corrupción y el latrocinio imperantes se levantó la consigna de Vergüenza contra dinero. Lo fue a partir del criminal golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, cuya respuesta ética fue el Moncada y por eso debemos subrayar que tema de la ética, es el gran tema de la Generación del Centenario. Y nada es hoy más urgente e importante para tratar en el debate intelectual que el tema de lo moral, lo ético y sus relaciones con la política práctica. Esto tiene un enorme significado para el momento que vivimos, y para hacer triunfar las ideas de la ética y la integralidad en el pensamiento nacional, lo que ayudará a enrumbar nuestro genuino camino al socialismo.
Una de las más altas virtudes de Cintio, fue la de haber afrontado con amor, coraje y talento las tremendas contradicciones a las que tuvo que enfrentarse como cristiano, católico sincero y militante revolucionario. Desde luego, si para el conjunto de la sociedad estos problemas pueden ser pequeños, para un hombre en particular llegan a ser muy duros y Cintio afrontó las contradicciones y dificultades de diversa índole y salió de ellas cada vez con mayor prestigio y con la mente más cargada aún de ideas patrióticas y martianas. Lo pudo hacer porque fue de esos cristianos que asumió a plenitud la tradición autóctona de este país y no se prestó al juego de los poderosos, tampoco transigió ante erróneos reproches surgidos del propio seno de la Revolución. Cintio fue siempre un cristiano fiel al legado de Varela y de Luz, porque fue un hombre esencialmente ético.
Cada vez que releemos su libro Ese sol del mundo moral, reafirmamos de que se trata de una obra mayor, de gran valor pedagógico y cultural, en el sentido más profundo de la expresión, que muestra la verticalidad del pensamiento revolucionario de Cintio Vitier y de la cultura nacional. Porque fue siempre uno de sus paradigmas fundamentales, uno de los ejemplos más elocuentes del intelectual comprometido con la cultura de su patria.
Martí decía que los buenos son los que ganan a la larga y Cintio ha ganado en la estimación y la admiración de todos los cubanos de la gran revolución de Fidel y ¿por qué ha sido así?, por su sinceridad patriótica y su honestidad cristiana y porque tuvo un pensamiento ecuménico, como le enseñaron sus maestros Félix Varela, José de la Luz y Caballero y, sobre todo, José Martí. Las intrigas y los malos entendidos, fueron enfrentados con clara inteligencia, fino talento y honestidad acrisolada por este hombre ejemplar que fue uno de los más consecuentes y radicales revolucionarios cubanos de todos los tiempos.
Si en el siglo XX los debates políticos estuvieron cargados de conflictos ideológicos en el terreno de la filosofía y de las ciencias sociales, en el presente siglo XXI, esos debates enfrentarán, además, un gran desafío en el terreno de la ética; los ejemplos están a la vista de todos. Las mejores ideas y criterios filosóficos serán los que resuelvan de una manera satisfactoria uno de los temas esenciales del hombre: la ética. Por esto, hoy resuena con fuerza original aquel pensamiento memorable de Luz y Caballero: La justicia es el sol del mundo moral.
Otro elemento importante de la ética en Cintio Vitier, es el entrelazamiento del pensamiento moral con la práctica política y revolucionaria, y con el auténtico servicio cultural y social. Sus obras, las revistas que dirigió, su labor en Orígenes, su antología Cincuenta años de la poesía cubana y su monografía Lo cubano en la poesía, son sólo, junto a Ese sol del mundo moral, algunas de sus grandes creaciones.
Y es que a su saber y su ciencia se une el sentido poético de la vida, y su alta calidad espiritual. La poesía le brinda un mayor alcance científico a su cultura, así se lo enseñó Martí. En la estética del Apóstol hay infinitamente mayor ciencia que en la prosa de algunos que no alcanzan a conquistar las verdades profundas de la naturaleza.
Quienes divorcian la poesía y la ciencia es porque no logran comprender, como dijo Martí, que la poesía mayor está en los libros de ciencia. El error de quienes renuncian a la utopía está en no tomar en cuenta las exigencias reales que subyacen en los hechos y emergen hacia la superficie; por esta razón no pueden concebir las verdades del mañana. Cintio Vitier concibió ayer las verdades de hoy, el triunfo político de la cultura y concibió el futuro, porque siempre creyó en la victoria definitiva de la inteligencia y del amor.
El Apóstol afirmó que no hay gloria completa de hombre sin sonrisa de mujer y Cintio tuvo la dicha a lo largo de toda su vida, de disfrutar a plenitud de su creación espiritual con la sonrisa de una mujer también excepcional, Fina García Marruz. Cintio vivió arropado por el amor y la poesía de esa gran mujer. Por eso vaya también desde estas modestas líneas, nuestro cariño, respeto y admiración para nuestra entrañable y querida Fina.
Fue un profundo martiano y siempre será recordado como tal, porque promovió las ideas del Maestro con amor, inteligencia y total desinterés. En Cintio la bondad y el talento se abrazaron y formaron una sola pieza. Por eso será recordado para siempre porque a la larga, ha ganado y ya tiene para siempre un lugar excepcional en la historia de la cultura cubana por su acrisolada dignidad.