Remembranzas fotográficas: el padre del Che en la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí

8/10/2020
Por: Mabiel Hidalgo Martínez, Biblioteca Nacional José Martí

La figura y el legado de Ernesto Guevara de la Serna, inmortalizado Che para Cuba y el mundo, son recordados de manera especial por estos días de octubre. La Biblioteca Nacional de Cuba José Martí (BNCJM) conserva en sus fondos bibliográficos y documentales, la obra del guerrillero heroico y el recuerdo de su visita a la institución, la tarde del 5 de febrero de 1964. También evoca la visita del padre, quien llegó para contar pasajes de la infancia de su primogénito, nacido el 14 de junio de 1928, en la ciudad de Rosario, Argentina, fruto de la unión con Celia de la Serna y Llosa.

Ernesto Rafael Guevara Lynch (Buenos Aires, 1900-1987) visitó la Biblioteca Nacional el 21 de noviembre de 1982. Tenía entonces 82 años, vivía en La Habana desde mediados de la década del setenta, y recientemente había publicado la primera edición de su libro “Mi hijo el Che”. El comentario de algunos pasajes de la familia en tierra argentina era el mejor tributo que podía hacerle a la memoria de su hijo, el revolucionario devenido símbolo internacional de lucha, desde el acercamiento al lado más humano y menos mitológico, que nadie mejor que un padre puede ofrecer.

Dos instantáneas del encuentro constituyen la evidencia documental del conversatorio realizado en el salón de conferencias, con un auditorio atento y ávido de conocer más de la infancia y juventud del hombre, desde el tierno testimonio del padre que rememora a su mejor creación. 

El propio Guevara Lynch, en repetidas ocasiones se refiere a los padecimientos de salud de su hijo, quien apenas unos días después de nacido, enfermó gravemente de bronquitis, pudiendo ser esta la base del asma que le aquejaría durante su existencia, y el motivo de varias mudanzas en busca de un clima favorable para la endeble salud del pequeño. 

No obstante las indicaciones médicas, la vida de Ernestito -como le llamaban sus padres, también apodado Teté por la abuela Ana- transcurrió con la vitalidad de cualquier niño: se subía a los árboles, escalaba altas rocas, jugaba fútbol con sus compañeros del colegio, también practicaba rugby, leía incansablemente, en fin, “era un niño inteligente, alegre y travieso, y con gran capacidad de liderazgo”,  según cuenta el papá.

La infancia del Che y de sus cuatro hermanos: Celia, Roberto, Ana María y Juan Martín, estuvo marcada por la crisis económica de 1929, la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial. La familia, perteneciente a la clase media alta, supo potenciar el pensamiento de sus hijos y dotarlos de una formación humanista. En la etapa de adolescente, años de innegable rebeldía,  Ernestito se interesó por la Filosofía y comenzó a escribir su propio diccionario filosófico, con influencias de escritores latinoamericanos.                    

Aquella expresión “Aquí va un soldado de América”, pronunciada por el Che en 1953 mientras subía al tren que lo llevaría a la capital boliviana -ya graduado de médico- se dibujó en la memoria de Ernesto Guevara Lynch como el inicio de una nueva y definitiva etapa de lucha en la vida del hijo, del muchacho aventurero que habitó los recuerdos del padre hasta el último día en que cerró los ojos, el 1 de abril de 1987.

Foto Portada. Ernesto Guevara Lynch, padre del Che, y Alcibiades Borrero, jefe de departamento de Cuadros y Capacitación de la Biblioteca Nacional. Salón de conferencias, 21 de noviembre de 1982. Fondos BNCJM.