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Correo dese la Isla de la Dignidad. La Cultura Cubana escenario de combate

8/11/2020
Por: Eloísa M. Carreras Varona y Armando Hart Dávalos, Biblioteca Nacional José Martí

El taller científico “Las ciencias en la construcción de la sociedad y la cultura cubanas”, que tuvo lugar por las celebraciones de los 25 años de la Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz de la Universidad de La Habana, cerró su intensa agenda de trabajo y concluyó exitosamente su jornada de clausura, con la valiosa intervención de nuestro presidente Miguel Díaz Canel Bermúdez, el pasado viernes 6 de noviembre. 

Debo resaltar que los profesores, investigadores y académicos de diversas procedencias científicas que participaron en los decisivos e importantes debates que tuvieron lugar, concordaron en subrayar el papel de las ciencias y el pensamiento científico como parte fundamental de la cultura nacional cubana. Asimismo, el Dr. Eduardo Torres Cuevas, Presidente de la Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz, subrayó con énfasis el valor de los pensadores clásicos cubanos, los que desde el padre Félix Varela, tributaron a la propuesta y realización de un pensamiento fértil, múltiple, integrador, de resistencia y emancipatorio que demuestra la indisoluble unidad entre ciencia y conciencia que tiene la historia del pensamiento cubano desde su gestación. No olvidemos que en la formación de esta nación los conceptos de educación, ciencia, cultura y arte no se hallaron en departamentos estancos.

Mientras escuchaba las excelentes intervenciones y reflexiones de los colegas participantes, vino a mi mente este trabajo de Armando Hart, titulado “La Cultura Cubana escenario de combate”, el cual escribió ante los acalorados debates ideológicos en los que participó justo después del derrumbe del campo socialista europeo, a principios de los años noventa del pasado siglo XX. Como el texto tiene total vigencia, porque parece realizado para este taller, lo comparto ahora, cuando reitero mi felicitación y agradecimiento al Dr. Torres Cuevas por el excelente evento realizado.

La Cultura Cubana escenario de combate

Por Armando Hart Dávalos 

En la cultura se presentan, revelan y dimensionan las realidades que objetivamente existen en el conjunto de la sociedad y los intelectuales y artistas del país no pueden estar al margen de lo que sucede en la población. 

Lo cierto es que la Cultura Cubana, desde sus inicios, está marcada por un sentimiento de independencia, justicia social, universalidad y proyección ética que ha sido siempre y lo será con más razón hacia el futuro, el fundamento de su fuerza, enriquecimiento, poder movilizativo y capacidad para el diálogo y los análisis desprejuiciados que tanta falta hacen en el mundo de hoy.

Quienes nos acusan de dogmáticos y aislados estarán cada vez más obligados, si quieren ser realistas, a entender que el pensamiento cubano, en especial el político, se encuentra, por tradición, abierto al mundo, pero jamás renunciará a ser cubano, latinoamericano y a tener vocación universal.  Esto lo entienden así los hombres y mujeres de mayor rigor y consecuencia intelectual en nuestro país. En este período, ellos han afirmado sus convicciones y las han radicalizado para enfrentar, de manera consecuente, el desarrollo ulterior de la cultura del país.

Frente a las sólidas razones que sustentan la sabiduría y las acciones de nuestro movimiento espiritual, el enemigo no ha podido ni podrá vertebrar un pensamiento coherente contra la Revolución, sencillamente porque no es posible elaborar una interpretación, tanto menos un programa, con fundamentos cubanos contrarios a la Revolución. La identidad del país se expresa en las esencias de los programas y las aspiraciones revolucionarias.  Como hemos insistido, el enemigo sólo puede intentar hacer un desmontaje ideológico, pero la cohesión, la coherencia y la raíz con nuestra identidad está en la Revolución.

Por otro lado, la experiencia muestra que una de las exigencias medulares del Socialismo está en promover la solidaridad y la justicia con la cooperación.  Pero para comprender el alcance de este concepto, en el sentido que Lenin lo empleó, hay que abordarlo como lo hizo el forjador de la Revolución de Octubre: en el plano cultural.

Unidad, organización e ideas constituyen la clave para desarrollar y orientar el empeño de todos en favor de una lucha política y moral contra los proyectos del enemigo y por la consolidación de nuestro propio proyecto. Plan contra plan, dijo una vez Martí refiriéndose a problemas de este carácter que, en su época, bien distante de la nuestra, tenía la nación cubana. A su vez, se requieren estudios e investigaciones sociales y políticas.  

Disponemos de una enorme riqueza en los profesionales de las disciplinas humanísticas que ha formado el país.  He visitado diversas universidades y me he reunido con sus claustros, he participado en hermosas asambleas estudiantiles y tenidos contactos con científicos de esas disciplinas. He encontrado que hay una fuerza impresionante no sólo para resistir, sino también para emprender un contraataque de ideas y librar esta batalla en el mismo terreno del enemigo, el ideológico que al fin y al cabo es en el terreno cultural.

Tal empeño no puede realizarse de forma festinada ni con metas exactamente programadas, sino como una línea permanente del trabajo político. En el centro de la acción política en los momentos que vivimos y hacia adelante estará el campo de la ética. Cultura, ética y política: he ahí lo que tenemos que vertebrar.

El tema de la ética, íntimamente relacionado como está con el comportamiento humano, puede llevarnos al análisis de las diversas cuestiones prácticas.  Por lo pronto, es el aspecto central a considerar para una seria movilización y educación social en todas las escalas. Nos puede conducir a los más importantes análisis teóricos y filosóficos de interés para nuestra práctica inmediata.

Lo ético nos debe llevar a comprender que la relación entre la economía y sus exigencias, de un lado y lo que se denomina superestructura, del otro, constituyen una identidad. Esa es hoy, una de las cuestiones de mayor interés político.  Baste recordar que no habrá solución verdadera ni duradera si no hallamos la relación entre lo que en lenguaje marxista llamamos base y superestructura.

A la vez que trabajamos con firmeza y con la experiencia acumulada en lo económico, tenemos que hacerlo de igual manera con la exaltación y fortalecimiento de las formas políticas y jurídicas, de los valores éticos y morales, del papel del arte y la literatura en el ejercicio de la profesión de informar, del rigor profesional que cada oficio tiene y de la disciplina laboral y administrativa.  

Bien conocemos que no existe economía a secas, lo que existe es economía política.  El debate social nos incita a asumir la relación con el mundo sobre el fundamento de una enraizada cultura martiana. La defensa de nuestra identidad, la necesidad de vincularnos con el exterior cuando viene imponiéndose a nuevas escalas la universalización de la economía bajo el dominio del capitalismo y nuestros legítimos derechos a una civilización superior, nos obligan, más que nunca, a colocar en el centro de cualquier gestión, ya sea económica, política o cultural, el principio martiano: “Injértese el mundo en nuestras repúblicas, pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”.  Este mensaje martiano debemos aprender a aplicarlo en todas las esferas de nuestra vida.

En “Yugo y estrella”, Martí no solo postulaba la elevación cualitativa de la humanidad de su tiempo, sino la de todos los tiempos.  Por eso exaltó el papel de la educación, la cultura y la práctica de la justicia y confió en ello para el mejoramiento de la especie a través de la evolución biológica. Con gran belleza están expuestos en esos versos de los fundamentos filosóficos de esta aspiración. En este y en otros trabajos del Apóstol, puede verse cómo aspiraba a que, con la cultura, la educación, la inteligencia y la bondad el hombre fuera más feliz y pudiera alcanzar los planos más altos de la condición humana. Algunos me increpan a diario porque se trata de una utopía…, y es que acaso Utopía no es también la larga evolución de la historia natural que nos condujo a ser hombres y el hombre lleva en sí la aspiración utópica a ceñirse la estrella que ilumina y mata.

El pensamiento político y social cubano de la primera mitad del siglo XX estuvo muy influido por toda la tradición anterior. La lucha por el adecentamiento de la vida política, contra el robo de los fondos públicos que tuvo como consigna Vergüenza contra dinero marcó el nacimiento a la vida política de Fidel Castro y la generación del Centenario. En las condiciones de corrupción en la que prevalece la política en tantas partes del mundo, estas banderas toman una importancia de enorme significación. Así también lo confirma el proceso cubano que condujo a la victoria socialista.

Desde los tiempos del Moncada, los principios éticos están presentes como fuerza esencial de la Revolución en el más de medio siglo trascurrido.  El genio y la originalidad de Fidel, consistieron en llevar al terreno de los hechos estos métodos y principios que, en esencia, significan relacionar dialécticamente las ideas del socialismo con la tradición ética de la nación cubana. 

Sobre el fundamento de esa tradición hoy resulta imprescindible la institucionalización, la regulación y el control de un movimiento de masas desde la base hasta la cúspide basado en la cultura, la ética y el derecho que nos permita alcanzar la invulnerabilidad ideológica a que nos ha llamado Fidel. Ética y justicia social constituyen, pues, la principal necesidad ideológica de Cuba, América y el mundo. La educación científica y en valores, el pensamiento cubano y la comprensión filosófica de la realidad, la ética y la justicia social, así como el poder de creatividad de nuestra cultura nacional, de seguro nos llevarán por el camino de la victoria.