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120 Aniversario BNCJM- Ilustres en la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí: Renée Méndez Capote, el amor de la cubanita por la Biblioteca
12/11/2020
Por: Mabiel Hidalgo Martínez, Biblioteca Nacional José Martí
Renée Méndez Capote nació con el siglo, como ella misma afirmara en uno de sus libros preferidos por los lectores, el 12 de noviembre de 1901, semanas después de la fundación de la Biblioteca Nacional. Cubana y habanera, hija del general Domingo Méndez Capote y de María Chaple Suárez, su labor literaria y periodística nos ha regalado el maravilloso vínculo de un pasado reciente con el presente, narrado con auténtica criollez, desde la gracia natural, la sencillez y el optimismo que caracterizó a esta singular mujer.
Periodista, promotora cultural, editora, traductora, guionista de radio, investigadora, diplomática, ocupó cargos administrativos relacionados con la educación y la cultura en la etapa de la república burguesa y siempre se relacionó, de alguna manera, con el mundo de las bibliotecas. Fundadora del Lyceum Lawn Tennis Club, Renée se desempeñó en el cargo de vocal de biblioteca; más tarde al ser nombrada Directora de Bellas Artes, procuró la instalación de salas populares de lectura, y en 1950 dirigió el Negociado de Bibliotecas del Ministerio de Estado.
La relación de Renée con la Biblioteca Nacional surgió mucho antes de 1959, etapa en que regresaría al recinto de las grandes colecciones bibliográficas. De adolescente comenzó a visitar la institución en su sede de la antigua Maestranza de Artillería. Aunque conoció a su primer director, Domingo Figarola Caneda, su trato más cercano fue con Francisco de Paula Coronado, quien según refiere la propia Renée, “nos permitía, a mi hermanita y a mí, andar por la Biblioteca como perros por su casa”.
Los años treinta serían intensos para la joven de origen acomodado: se involucró en el movimiento revolucionario contra la dictadura de Machado, sobrevivió al naufragio del Morro Castle, guardó prisión en la cárcel de mujeres y quedó desempleada luego de la huelga general de marzo de 1935. En esa etapa de su agitada vida le otorgaron trabajo en la “biblioteca encastillada” como solía llamarle por su ubicación en el Castillo de la Fuerza, a partir de 1938, coincidiendo con el traslado de los fondos de la Maestranza al Castillo, por órdenes de José Eleuterio Pedraza, jefe de la Policía Nacional.
Renée sostuvo una hermosa amistad con la poetisa y bibliotecaria María Villar Buceta, a quien consideró “la más paciente y dulce de las mentoras”. También recuerda la fidelidad del ejemplar bibliotecario Carlos Villanueva, a quien admiró por la “locura de amor” que lo ataba a la institución; y no menos especial fue su admiración por José Antonio Ramos, asesor técnico de la Biblioteca Nacional, a quien consideró un compañero de labor entrañable.
Las transformaciones de enero de 1959 la traerían de vuelta a la Biblioteca Nacional, en su segunda temporada de trabajo, momento que la propia autora calificó como “[…] mi segundo nacimiento físico y mi verdadero nacimiento como escritora”. Su libro insigne, Memorias de una cubanita que nació con el siglo, publicado en 1963, lo escribió en el departamento de Colección Cubana, en la dedicatoria están los nombres de sus colegas Cintio Vitier, Fina García Marruz, Celestino Blanch y Roberto Friol. Tenía su mesa de trabajo en el espacio que actualmente ocupan los Fondos Raros y Valiosos de la Biblioteca Nacional, y también solía sentarse en la mesa de dos aguas, pegada al gran ventanal de la Sala, junto a Cintio, Fina y Feliciana Menocal (Fichú).
En 1961 Renée asume la dirección de la Revista de la Biblioteca Nacional hasta principios de 1964. Durante los años sesenta impartió conferencias, tradujo del inglés los “Documentos para la historia de las gentes sin historia”, de Juan Pérez de la Riva, integró jurados de concursos de literatura, y las instantáneas la descubren en el auditorio de varias conferencias en el Salón de actos de la institución. Años más tarde regresaría a la Biblioteca después de que cesaran sus labores para conversar con los lectores y contar, con su particular gracejo criollo, anécdotas de tiempos pasados.
El área de Manuscritos de la BNCJM conserva la colección de la familia Méndez Capote. La presencia de abundantes cartas, mecanuscritos, recortes, revela las relaciones de amistad de la ilustre cubanita con personalidades de la cultura como Ángela Landa, José María Chacón y Calvo, Leopoldo Romañach, Nicolás Guillén, Cintio Vitier, Samuel Feijóo, entre otros, así como las misivas familiares con su hermana Sarah y sus padres.
En la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí permanece la huella de Renecita, se encuentran sus libros publicados, fotografías de la infancia y de la familia, y otras que muestran su cuerpo grande y expresión risueña en los años de madurez; están los recuerdos de sus colegas de entonces que la inmortalizan con su especial sentido del humor y de la vida, con su “profunda criolledad”, según la sintetizara Fina García Marruz: “[…] una escritora completa, una maestra de la narración de cualquier tipo”.
Foto de Portada. Jurado del Concurso Literario convocado por la Biblioteca Nacional en saludo al Día del Idioma, 23 de abril de 1963, de izquierda a derecha: Eliseo Diego, Cintio Vitier, Cleva Solís, Blanca Mesa y Renée Méndez Capote. Colección BJNM.