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120 Aniversario BNCJM- Ilustres en la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí: Coronado y su cuarto de siglo en la Biblioteca
30/11/2020
Por: Mabiel Hidalgo Martínez, Biblioteca Nacional José Martí
Fue el entonces presidente y mayor general Mario García Menocal quien nombró a Francisco de Paula Coronado y Álvaro (La Habana, 1870-1946) director de la Biblioteca Nacional, a mediados de 1920. Contaba entonces, cincuenta años de edad. En la designación influyeron personalidades como Cosme de la Torriente, Rafael Montoro, Manuel Sanguily y Enrique José Varona.
Y es que Coronado poseía un historial revolucionario en la contienda de 1895, no precisamente desde las armas, sino con la pluma y la palabra. Conspiró junto a Juan Gualberto Gómez, y en Nueva York se desempeñó en la redacción de Patria y fundó el periódico satírico ilustrado Cacarajícara, defensor de los ideales independentistas.
Humanista, historiador, profesor, periodista, Coronado se graduó de Pedagogía, Derecho Civil y Filosofía en la Universidad de La Habana. En los primeros años de la república trabajó en la Secretaría de Educación y colaboró con los principales diarios y revistas de la capital cubana. Algunos de sus seudónimos fueron César de Madrid, El Caballero de la blanca luna, Fray Mostén, Pedro Sánchez, Panfilón y Clarinete.
Quienes lo conocieron aseveraban que, “una advertencia suya en el momento necesario valía por un tratado de buenas artes corporativas”. Renée Méndez Capote, describe al segundo director de la Biblioteca Nacional desde sus cercanas vivencias de adolescente y posteriormente, como subordinada del erudito:
[…] Tenía una fuerte personalidad, mucha inteligencia, una vastísima cultura, trato exquisito y un conocimiento de la bibliografía cubana como no ha vuelto a tenerlo ningún otro director de la biblioteca. Era tan miope, que se pegaba los libros a la nariz para poder ver las letras aun a través de unos lentes increíblemente gruesos, y también era increíble todo lo que leía […] Coronado como bibliotecario era fantástico […].
A Francisco de Paula Coronado le tocó padecer, en 1929, las consecuencias del incendio de varias cajas con parte de los fondos de la Biblioteca, ubicados en una nave de la antigua Cárcel de La Habana; los avatares del traslado de las colecciones de la Maestranza al Castillo de la Fuerza, así como las arduas campañas que protagonizaron Emilio Roig de Leuchsenring y un grupo de intelectuales de la sociedad Amigos de la Biblioteca Nacional, por obtener un edificio digno para la institución. A lo anterior se suman los insuficientes presupuestos asignados por el gobierno y la carencia de personal calificado.
Su ingenio lo llevó a la creación de un sistema de clasificación para las colecciones que nombró “Sistema Racional de Coronado”, dividido en clases y subclases. En su período de dirección -el más largo de todos hasta la actualidad, de veintiséis años- contó, casi al finalizar, con las luces de José Antonio Ramos como asesor técnico, y con fieles bibliotecarios como María Villar Buceta, Renée Méndez Capote, Zoe de la Torriente y Carlos Villanueva.
Coronado gozó de vasto prestigio en la intelectualidad cubana de la primera mitad del siglo veinte. Perteneció a la Sociedad Cubana de Teatro, al Ateneo de La Habana, a la Academia de la Historia de Cuba y a la Academia Española de la Lengua. Era un ferviente coleccionista y bibliófilo. Su biblioteca personal –una de las más valiosas de su época- se encuentra desde 1960 en la biblioteca de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas.
Tras su muerte, ocurrida en La Habana, el 30 de noviembre de 1946, la Biblioteca Nacional realizó infructuosas gestiones para incorporar a sus fondos el rico acervo documental de quien fuera su director por más de un cuarto de siglo.