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Correo desde la Isla de la Dignidad. 24 de Febrero de 1895

24/2/2021
Por: Eloisa M. Carreras Varona y Armando Hart Dávalos, Biblioteca Nacional José Martí

El 24 de febrero de 1895, es una fecha de gran significación martiana, porque marcó el comienzo del trascendental acontecimiento de la guerra necesaria, humanitaria y breve que organizó y convocó nuestro Apóstol para alcanzar la ansiada independencia cubana. Él se enfrentó a las frustraciones y el desánimo que había dejado la primera contienda de 1868 y extrajo como conclusión esencial que la nueva guerra había que dirigirla de otro modo. Y para ello concibió y organizó el Partido Revolucionario Cubano, eficaz instrumento para forjar la necesaria e imprescindible unidad y para dirigir la guerra con criterio político. Ese partido, constituido en las filas de la emigración en los Estados Unidos primero y, con representación, más tarde, en suelo cubano, se propuso alcanzar no solo la independencia de Cuba, sino también la de Puerto Rico. Por eso, desde sus inicios, el objetivo esencial de la Revolución Cubana no obedece exclusivamente, a intereses locales ni se reduce a objetivos nacionales; la Revolución Cubana, especialmente después que aparece la figura de Martí, es un suceso de interés y connotación universales.

Consagrado por entero a la causa de la independencia, en el seno del imperialismo naciente, vislumbró antes que nadie, los peligros que se avecinaban para alcanzarla y venciendo incomprensiones y reveses, firmó junto a Mayía Rodríguez, como representante personal del mayor general Máximo Gómez, nombrado por Martí jefe del nuevo ejército libertador y a Enrique Collazo, representando a la Junta Revolucionaria de La Habana, la orden del alzamiento para Cuba, el 29 de enero de 1985, en Nueva York. Esa orden especificaba que el alzamiento se haría con la mayor simultaneidad posible en la segunda mitad del mes de febrero y no antes, y fue dirigida a Juan Gualberto Gómez como representante de Martí en Cuba. Fue precisamente en la reunión de los jefes que habrían de encabezar el alzamiento en el Occidente que acordaron la fecha del 24 de febrero, aceptada también por los jefes de la región oriental y de Las Villas. El Camagüey se comprometió a secundarlo poco después de iniciado.

El cable de Juan Gualberto a Martí, confirmándole la conclusión del período preparatorio con el texto “Giros aceptados” recuerda mucho al enviado por Fidel a Duque de Estrada en Santiago de Cuba, con “Obra agotada”, para el alzamiento del 30 de Noviembre de 1956, en apoyo al desembarco de los expedicionarios del yate Granma. 

Poco después de iniciada la contienda, el 25 de marzo de 1895, desde Montecristi, pueblo de Santo Domingo donde residía Máximo Gómez, se daba a conocer el Manifiesto: El Partido Revolucionario Cubano a Cuba, firmado por Martí y Gómez, exponiendo los fundamentos de la revolución que se iniciaba. Desde sus primeras líneas, se destaca que el propósito inmediato de la revolución iniciada casi 30 años antes en Yara, era el “saneamiento y emancipación del país para el bien de América y del mundo". Este objetivo, de interés universal, aparece como lo más sustantivo del ideario martiano y está presente a lo largo del texto que suscribió con Gómez. Tal interés se fundamenta y enlaza con los propósitos que se exponen en los estatutos de Partido Revolucionario Cubano de Martí de "Auxiliar y apoyar la independencia de Puerto Rico" y, además, como se recoge en el propio Manifiesto, alcanzar y asegurar unas Antillas libres que, a su vez, garanticen y protejan a una América libre.

El Apóstol no pretendía agudizar el conflicto, al que calificó de innecesario, entre la América mestiza y la América sajona. Él hubiera preferido buscar una solución al conflicto que no condujera a un antagonismo feroz. Pretendía que surgieran unas Antillas libres para servir a los pueblos de nuestra América, e incluso, al propio pueblo de los Estados Unidos que según expresa, "hallará en el desarrollo de su territorio más segura grandeza que en la innoble conquista de sus vecinos menores". Y aspiraba, como queda dicho, a garantizar de esta forma, el equilibro del mundo.

En los próximos años, la perdurabilidad y fortaleza de la nación tendrá que tener, como garantía decisiva, la unidad alcanzada hasta aquí, la cual se ha nutrido de las ideas y sentimientos que sucesivas generaciones de cubanos fueron tejiendo con su sangre,  trabajo, inteligencia y cultura a lo largo de toda nuestra historia. Ahora la tarea consiste en interpretar y actualizar el significado de esa tradición y continuar formando en ella a las nuevas generaciones de cubanos, para que, al hacer suyas las banderas de la Revolución Cubana, las exalten y defiendan en un mundo bien diferente y, desde luego, mucho más complejo que en el que vio la luz en 1959 la Martiana Revolución de Fidel.

Foto de Portada: Fabelo 77 Reunión de la Mejorana