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Foto de Correo desde la Isla de la Dignidad .José Antonio Echeverría, líder indiscutible de los estudiantes cubanos

Correo desde la Isla de la Dignidad .José Antonio Echeverría, líder indiscutible de los estudiantes cubanos

13/3/2021
Por: Eloisa M. Carreras Varona y Armando Hart Dávalos, Biblioteca Nacional José Martí

Armando guardaba en su memoria un recuerdo muy especial y entrañable de José Antonio Echeverría; el inolvidable líder estudiantil, con quien compartió momentos significativos y trascendentales de su vida, en medio de la insurrección contra la dictadura.  El texto que ahora les comparto, fue escrito por él en homenaje a José Antonio, en la primera edición de su libro Aldabonazo, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1997.

José Antonio Echeverría, líder indiscutible de los estudiantes cubanos

Por Armando Hart Dávalos 

Había matriculado en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de La Habana, carrera que eligió por su afición a las matemáticas y al dibujo. Cuando ocurrió el golpe de Estado, estaba de vacaciones en Cárdenas y regresó de inmediato para sumarse a las protestas estudiantiles que protagonizábamos contra el cuartelazo traidor. A solo cuatro días de la asonada, firmó la «Declaración de Principios de la FEU» junto a todos nosotros, sus compañeros de la Universidad. Siempre Estuvo presente en las protestas, manifestaciones y enfrentamientos contra la policía de la tiranía. Fue un aguerrido combatiente por la libertad, de una dignidad y estirpe a toda prueba, un luchador íntegro por la causa de la emancipación y la justicia cubanas. 

Un día, cuando nos encontrábamos resguardándonos en una casa-refugio ante aquella situación de persecución policial que había desatado Batista, para nuestra sorpresa apareció José Antonio, quien había llegado hasta allí con el mismo propósito. Aquellos fueron días de ascenso revolucionario. En la medida en que más intenso resultaba nuestro trabajo, establecíamos relaciones con un mayor número de personas y el riesgo de caer presos aumentaba. La exigencia que nos imponíamos de ser discretos resultaba imperiosa y también la necesidad de dormir lejos de nuestros hogares. Sentíamos un respaldo creciente del pueblo, íbamos internándonos lentamente en la clandestinidad. Mal anda un gobierno que crea condiciones para sumir en la vida clandestina a los que van ganando el respaldo de la población. 

Durante ese tiempo se sucedieron otros hechos políticos que tuvieron una gran significación, los cuales también fueron protagonizados por José Antonio. La Carta de México, suscrita el 31 de agosto de 1956 por él, en representación del Directorio Revolucionario y Fidel, que se encontraba en el exilio, fue para nosotros una noticia extraordinaria. Sé que José Antonio vivió muy preocupado por cumplir el compromiso contraído en ese histórico documento y que la pasión principal de sus últimos días fue trabajar por serle fiel a Fidel y a la lucha revolucionaria. En la Carta de México se hermanaron para siempre los intereses del estudiantado cubano con el movimiento revolucionario, en el compromiso de aunar todos los esfuerzos para el derrocamiento de la tiranía batistiana con el triunfo de la Revolución.

Recuerdo haber leído en grandes titulares en el antiguo periódico El Mundo, el 2 de septiembre de 1956: “Revelan pacto de la FEU con Fidel Castro. Firmado en México. Propugnan la insurrección contra el gobierno, secundada por una huelga general”. Aquellos hechos nos hacían sentir que algo totalmente nuevo nacía, que el mundo de la politiquería y de los partidos tradicionales se derrumbaba; comenzábamos a tener confianza en el futuro. 

En el texto que se considera su testamento político, el líder del Directorio Revolucionario expresó: Hoy, 13 de marzo de 1957, participaré en una acción en la que el Directorio Revolucionario ha empeñado todo su esfuerzo, junto con otros grupos que también luchan por la libertad. Esta acción envuelve grandes riesgos para todos nosotros y lo sabemos. No desconozco el peligro. No lo busco, pero tampoco lo rehúyo. Trato sencillamente de cumplir con mi deber. Confiamos en que la pureza de nuestras intenciones nos traiga el favor de Dios para lograr el imperio de la justicia en nuestra Patria. Si caemos, que nuestra sangre señale el camino de la libertad. Porque tenga o no nuestra acción el éxito que esperamos, la conmoción que originará nos hará adelantar en la senda del triunfo. 

El 13 de marzo de 1957, poco después de las tres de la tarde, cuando me encontraba reunido en Santiago de Cuba con José Aguilera Maceiras, presidente del Movimiento de Resistencia Cívica y una representación de esta organización, nos sacudió la noticia de que el régimen de Batista había sido derrocado. El valiente llamamiento de Echeverría por Radio Reloj y el heroico asalto al Palacio Presidencial causaron la admiración del pueblo santiaguero. Con urgencia salimos de la reunión a buscar noticias. La población estaba en las calles moviéndose activamente, interesada en informaciones y con ánimo de celebrar el acontecimiento. Pero pronto se conoció lo que realmente había sucedido. Un grupo de jóvenes valientes habían caído en el asalto y José Antonio, con solo 24 años de edad, el principal líder, alma y organizador de aquellas heroicas acciones, fue baleado junto a los muros de la Universidad, cuando regresaba de dirigir el asalto a la emisora Radio Reloj. Fue en esos momentos, al regresar a la Universidad, que encontró la muerte con los disparos enemigos que impactaron su cuerpo, seguido por una ráfaga de ametralladora que lo derribó para siempre. 

Al trasmitir la imagen que guardo del gran dirigente estudiantil, rindo homenaje a aquellos héroes de nuestra patria. Fue un genuino líder de masas: generoso, valiente, de carácter abierto, resultaba ese tipo de persona que se gana inmediatamente la simpatía de los demás; cuando se hablaba con él se sentía que no había nada oculto. Perteneció a la dirección de la FEU desde 1952 y en ese año comenzó a desempeñarse como vicepresidente de la Escuela de Arquitectura. Ya contaba con un amplísimo respaldo en el estudiantado universitario. Allí lo conocí; cuando esta organización debió tomar un carácter revolucionario y adoptar un dinamismo insurreccional más profundo, José Antonio emergió como el líder indiscutible de los estudiantes e imprimió el impulso y el carácter revolucionario de su temperamento combatiente a todo el movimiento estudiantil cubano. Fue presidente de la FEU desde 1954 hasta 1957 y fundador del Directorio Revolucionario, brazo armado de la FEU. Era bien conocido como uno de los principales líderes de la oposición a Batista y a su régimen de facto.

José Antonio fue uno de esos revolucionarios que no solo hacen un análisis frío de su deber y de su actuación política, sino que se sienten responsabilizados con la palabra empeñada. Ocupó un lugar destacado en la historia de esta Revolución, porque fue, sin duda, la cumbre más alta del estudiantado de los años cincuenta. La imagen de lo mejor de la nueva generación revolucionaria que surgía estaba en la alegría, la vitalidad y el juramento que José Antonio había hecho a su pueblo. 

Las fechas gemelas, pero diferentes en el calendario, del alzamiento del 30 de noviembre de 1956 y del desembarco del Granma el 2 de diciembre de ese mismo año, no coincidieron con las heroicas acciones del 13 de marzo de 1957. Lo ideal habría sido que los tres acontecimientos hermanados por la historia y la carga de fuerza revolucionaria que encerraban hubieran podido coincidir, pero la realidad no transcurre en forma ideal, no sucede como muchas veces soñamos los revolucionarios. Lo importante fue que la estrategia y la dirección de Fidel enlazaron para siempre el significado de aquellos sucesos trascendentales.