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Foto de Correo desde la Isla de la Dignidad. Mis recuerdos de la masacre de la prisión del Castillo del Príncipe, el 1ro de agosto de 1958

Correo desde la Isla de la Dignidad. Mis recuerdos de la masacre de la prisión del Castillo del Príncipe, el 1ro de agosto de 1958

1/8/2021
Por: Eloísa M. Carreras Varona y Armando Hart Dávalos, Biblioteca Nacional José Martí

Comienza agosto y retomo el propósito de comentar y compartir desde estas páginas, aquellos sucesos y efemérides memorables de nuestra historia que están vinculados directamente con el pensamiento, la vida y la obra de Armando, dando continuidad a la serie titulada "Hart nos habla de..."

Precisamente, ahora les entrego su testimonio como protagonista de los hechos acontecidos el 1ro de agosto de 1958, en el Castillo del Príncipe de nuestra capital, los que pasaron a ser conocidos como la Masacre del Castillo del Príncipe. Suceso en el que los combatientes revolucionarios presos políticos en aquel lugar, se tuvieron que enfrentar a los cuerpos represivos, pagando el cruento saldo de tres muertos y nueve heridos. 

Gloria eterna a todos los caídos en la lucha heroica por conquistar la libertad y la soberanía en nuestra Patria, su memoria no será traicionada jamás. 

Mis recuerdos de la masacre de la prisión del  

Castillo del Príncipe, 

el 1ro de agosto de 1958 

Por Armando Hart Dávalos

Los hechos que les narro en esta oportunidad causaron profunda conmoción dentro y fuera del país por aquellos días, pues fue una verdadera masacre contra la población privada de libertad que se encontraba injustamente detenida por defender sus legítimos derechos civiles y políticos. 

Para esa fecha la tiranía de Fulgencio Batista había dictado medidas carcelarias de carácter más restrictivo en cuanto a las visitas, las comidas, y se habían cometido varios excesos y atropellos contra los presos que estábamos recluidos en aquel recinto. Finalmente nos llevaron a una galera mucho más incómoda, en la que estábamos hacinados, y ello propició la tensión entre los miembros de los grupos de acción

Pero aproximadamente a las tres de la tarde del primero de agosto de 1958, aumentó la tirantez en la cárcel, porque ese día los agentes habían maltratado y expulsado de la prisión a nuestros familiares; ya que en realidad no querían testigos de la matanza que se avecinaba.

       Los autores materiales de aquella siniestra matanza contra los presos políticos del Príncipe fueron los connotados criminales Conrado Carratalá Ugalde y Esteban Ventura Novo, escoltados por más de veinte secuaces miembros de la Policía Nacional y del SIM. En la misma resultaron asesinados Vicente Ponce Carrasco, Reinaldo Gutiérrez Otaño y Roberto de la Rosa Valdés, también una veintena de reclusos resultó gravemente herida, y se cobraron la vida de otras ocho nuevas víctimas.

No obstante, el desigual enfrentamiento con los esbirros del tirano, los presos ofrecimos una valiente resistencia; acorralados tras las rejas, peleamos con las camas, con botellas, con todo lo que tuvimos a nuestro alcance. En la zona del Vivac, los compañeros que se encontraban cerca de los heridos los auxiliaron. Hasta que, al fin, poco a poco, “las bestias” se fueron controlando. Y a pesar de la incertidumbre logramos mantenemos serenos. Luego estuvimos dos horas de pie con las manos en alto y bajo estricta vigilancia. Y durante tres horas los heridos estuvieron sin recibir asistencia médica alguna.

        Los criminales fueron capaces de afirmar a la opinión pública que aquel altercado lo habíamos provocado los propios presos políticos, que portábamos armas de fuego y habíamos ofrecido resistencia entablando aquella desigual “batalla”, por no quererle entregar pacíficamente las armas a la Policía. 

        En aquellas circunstancias algunos de nosotros logramos enviar la información fuera de la cárcel de cómo habían ocurrido los hechos en la realidad, para que se pudiera hacer la denuncia y exigir justicia al régimen. Estos son algunos fragmentos de la carta en la que el 4 de agosto de 1958, le contaba a Haydée Santamaría lo ocurrido:

 “[...  No puedo escribirte muy largo porque con ésta deben salir algunos documentos, y la situación es lógicamente apretada. No deseo alarmarte, pero nunca he tenido o vivido una situación más difícil protestábamos contra la suspensión de las visitas, la detención de compañeros puestos en libertad y que luego aparecen asesinados [...].

           Protestamos de una manera heroica y bastante enérgica y se concentraron aquí los jefes de todos los cuerpos represivos, la flor del régimen al mando de Pilar García. Tres horas ametrallándonos la galera. Y como teníamos barricadas de camas de hierro encendidas les costó trabajo entrar. Carratalá fue herido y esto nos salvó, pues él venía con las intenciones peores. En el Vivac tuvieron peor suerte porque el acceso fue fácil y no dio tiempo a que pasaran las horas. Tenemos noticias de que sus intenciones eran aprovechar la ocasión y asesinar a Aldo Vera, Odón, Carlos Iglesias y a mí. Pero a las tres horas de estar asesinando en el Vivac, ya estaban aquí tres ministros (Gobernación, Justicia y Hacienda), Y éstos contuvieron la matanza, según parece. Además, Pilar García (su hijo realizó la terrible “hazaña”, del Vivac) dio órdenes de parar.

         Arrinconados cerca de cien hombres entre las candelas y las armas, luego colocados todos contra la pared de frente a ella y en la espalda: Irenaldo, Pilar García y todos los jefes represivos, los mayores asesinos de este régimen [...].

         El valor y la integridad de todos los presos políticos estuvo siempre al más alto nivel. No hubo vacilación o flaquezas, ni aun cuando en esa situación alguien preguntó por dónde empezaban [...]. Yo me acordaba del tremendo golpe para Mama y Papo, pensaba que acaso este segundo golpe no pudieran resistirlo [...   Pero todos estuvimos firmes.

        Luego se nos trasladó a la galera y se nos obligó a limpiarla. Alguien le dijo a Martín Pérez quién era yo, y éste me dijo: “¡Ah, yo creía que usted era más grande y gordo! ¡Cómo lo hemos buscado en la calle! A ver, póngase a barrer” [...]

        Le respondí: “Yo sé hacer esto y tengo a honor cualquier trabajo [... ”. Me dijo: “Sí, yo lo sé. Deje, deje la escoba” -y siguió hablándome en tono político y reflexivo, que yo debía ser uno de los muertos, pero que los del Vivac nos habían salvado. ¡Qué trágico!

        Lo grave es que ya conocen el camino.”