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Correo desde la isla de la dignidad. Fidel: la ética de Nuestra América

13/8/2021
Por: Armando Hart Dávalos y Eloisa M. Carreras Varona, Biblioteca Nacional José Martí


Mi mejor homenaje en este nuevo Aniversario de Fidel, nuestro invicto Comandante en Jefe, quien como dijo Armando, continúa siendo el hombre que “lleva en su conciencia toda la ética y la sabiduría política que faltó en el siglo XX y aun en el XXI”; es compartir con ustedes este valioso texto de Armando, escrito por él en el año 2006.  

Para siempre iViva Fidel, Comandante de Cuba y América! y iViva la Martiana Revolución de Fidel!

Fidel: la ética de Nuestra América

Por Armando Hart Dávalos

Antes de que se implantara la sangrienta dictadura de Fulgencio Batista en marzo de 1952 sobre mi Patria, ya Fidel Castro era una figura conocida en los medios juveniles y estudiantiles de prácticamente todo el país. Sobresalía por sus luchas en el ámbito de la Universidad de La Habana y su protagonismo en las filas del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), que había fundado Eduardo Chibás para revertir la terrible corrupción que imperaba en aquella república mutilada. Pero indiscutiblemente la estatura política y ética de Fidel creció luego del cuartelazo. 

La primera ocasión en que me impacto profundamente su personalidad fue en fecha posterior al 10 de marzo y anterior al Moncada; cuando en el local del Partido del Pueblo Cubano, situado en el céntrico Paseo del Prado habanero, un grupo de jóvenes polemizábamos acerca de qué tipo de líderes estaban en condiciones de asumir la conducción del proceso que diera al traste con la tiranía y fuera capaz de transformar el calamitoso estado de cosas en el país. Allí escuché a Fidel defender el criterio de que surgirían dirigentes totalmente nuevos y diferentes a los que por entonces habían tenido vigencia política.

Del local de Prado salí con él, recorrimos varias calles de La Habana y Fidel ─con su brazo sobre mi hombro, como muchas veces acostumbraba a hacer─, estuvo insistiéndome en el tema del debate. Me sorprendí cuando se interesó por mis visitas a las oficinas de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), donde un grupo de compañeros queríamos prepararnos en el manejo de las armas para las contingencias que se presentasen en el enfrentamiento a la tiranía. Sólo después del Moncada caí en la cuenta de que el que organizaba aquella actividad en las oficinas de la FEU, Pedro Miret, era también uno de los hombres que había participado en el asalto a la segunda fortaleza militar de la nación.

Desde entonces he estado junto a Fidel y lo tengo como el más alto paradigma de nuestro tiempo. Es un genio de la política que se evidencia en su capacidad para sumar voluntades, garantizar la unidad de la nación en las más difíciles circunstancias y movilizar al pueblo hacia objetivos concretos y posibles. Audacia, realismo, firmeza en los principios, sabiduría estratégica e inteligencia para asumir la táctica correcta ante cada coyuntura son los elementos que configuran la enorme dimensión de su extraordinaria actuación política.

Otra de sus grandes virtudes reside en su capacidad para involucrar a las masas en la solución de los problemas. Esa capacidad le viene de la tradición martiana, de su compromiso de servicio público y de una muy cultivada sensibilidad político─social.

A los cubanos, Félix Varela nos enseñó a pensar; José de la Luz y Caballero, nos enseñó a conocer; José Martí, nos enseñó a actuar, y Fidel Castro, nos enseñó a vencer. Lo original de Martí se halla en que su erudición enciclopédica la llevó al terreno de la política práctica. Fidel con su inmensa cultura, recogió, recreó y actualizó esta tradición en el siglo XX, en lo que he llamado la cultura de hacer política. Precisamente, la fuerza de la política de Fidel ha estado en que desde su estatura de estadista supo hacer y ejercer una política culta en defensa del pueblo cubano.

Pero la grandeza de Fidel no se puede explicar sin Martí, como tampoco sin la cultura del pensamiento occidental que tuvo sus cumbres en el legado científico social revolucionario de Carlos Marx, Federico Engels y Vladimir Ilich Lenin. Fidel simboliza la síntesis de la eticidad de Nuestra América, representada al grado supremo el verbo y la acción martianas, con lo más avanzado de las concepciones filosóficas, políticas y sociales de la edad moderna.

La historia ha confirmado de manera trágica la certeza de Fidel cuando desde los años iniciales de la Revolución cubana destacó el papel determinante de los factores morales en la lucha en favor del socialismo. Si Cuba resiste y no ceja en su camino, es porque los principios éticos que sustentan a la Revolución, y que Fidel expresa en su práctica política y social, es carne y sangre de nuestras más profundas convicciones y de nuestro proyecto revolucionario. La ética del socialismo cubano no se destruye como los estados o los muros.

Muy grande debe ser el hombre al que sus enemigos sólo pueden aspirar a vencerlo cuando se cumpla la ley de la biología. Sin embargo, debemos advertirles que los hombres de esa naturaleza se convierten en símbolos que perduran con fuerza mas allá de su vida, porque sus vidas revelan una inmensa tradición de lucha y de combate por la liberación humana. No habrá post-Castro como no hay post-Martí, el cual vive en la Revolución Cubana; no hay, tampoco, post-Bolivar, cuyas ideas están presentes en la República Bolivariana de Venezuela. Estos mitos viven en millones de hombres y mujeres y sus ideas se convierten en programas de combate.

José Martí dijo: “Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Estos son los que se revelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarle a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana”; estos hombres son sagrados.

La universalidad de Fidel Castro está en que lleva en su conciencia toda la ética y la sabiduría político─moral que faltó en el siglo XX y sigue estando ausente en el XXI.

Por eso hoy 13 de agosto, junto a Eloisa, mi compañera y esposa, me permito terminar este texto sumándonos a todos los hombres y mujeres que, en Cuba, América y en todo el planeta le deseamos a nuestro querido e invencible Fidel, un largo y sonoro: iFeliz aniversario Comandante!